Durante esa cortísima primavera, dejaron que su amor floreciera naturalmente. Muy pronto, Nanoha empezó a sentir que su mundo se llenaba de otros matices de color que no conocía, casi como si estuviese empezando a ver su vida a través de otro cristal.
Cada vez que veía a la fantasmal rubia sonriéndole después de un largo día de trabajo, o durante las horas que compartían haciendo maratones de películas malas sentadas una junto a la otra, no podía evitar que su pecho se llenara de una calidez misteriosa que la hacía esbozar sonrisas tontas de manera inconsciente. Si se percataba de su actitud y trataba de espabilarse, la seriedad no le duraba más que unos pocos minutos, hasta que Fate le hablaba o, si ya no estaba en casa, hasta que recordaba esos preciosos ojos borgoña.
Si anteriormente la presencia del espectro en casa le había empezado a dar cierta tranquilidad, desde que estaban intentando llevar una relación un poco más implícita su presencia la llenaba prácticamente de una paz infinita.
Ahora, que empezaba a entender cómo se sentía alguien al enamorarse, entendía completamente porque Hayate era tan enamoradiza. Era algo adictivo. Pensar en sus momentos con Fate le hacía sentir la persona más afortunada de la tierra y, con tanta suerte a su favor, terminaba sintiéndose imparable.
Y al darse cuenta de las reacciones que era capaz de provocar en la rubia, se sentía en la cima del mundo.
Su nueva intimidad le había permitido descubrir otra faceta de Fate que no conocía. La fantasmal rubia siempre tenía un carácter gentil, y su buen humor solía alegrarle el día. Usualmente también exhibía bastante confianza en su actuar pero, durante sus largas sesiones de besos, Nanoha encontró a una Fate que podía llegar a ser incluso tímida cuando las cosas empezaban a subir de tono, que hablaba con voz entrecortada y era capaz de sonrojarse profundamente cuando la miraba con anhelo.
También era extremadamente respetuosa. A pesar de que, por la intensidad de su mirada, a veces era bastante obvio que tenía ganas de dejarse llevar por el momento, siempre se aseguraba de no bajar sus manos más de la cuenta, o de que Nanoha se estuviese sintiendo bien.
Era como un caballero chapado a la antigua. Sí, definitivamente algo anticuada, pero la cobriza lo encontraba incluso un poco tierno.
Con el pasar de los días, Nanoha sentía que se estaban acercando mucho más. Sabía que Fate se sentía de la misma manera, porque para ella ya era bastante fácil detectar el brillo radiante que aparecía en los ojos de la espectral muchacha cada vez que se miraban. Sin embargo, al llegar a ese punto de no retorno en el que reconocía que realmente se había enamorado muchísimo de la chica, el temor de su posible desaparición se había alojado en lo más profundo de su corazón. Apenas un pequeño puntito negro entre la vastedad del color, que permanecía adormilado y latente en ese rincón, pero que podía despertar en cualquier segundo, tragándose todo a su paso.
Lo habían conversado con calma luego de esa noche de confesiones, una vez el frenesí del alcohol había disminuido y la realidad de su nueva situación se había hecho presente. Sí, era cierto que ambas habían desarrollado sentimientos mutuos, pero eso no apartaba el hecho de que Fate ya no pertenecía al plano de los vivos. En algún momento, tarde o temprano, tendrían que resolver la situación que ataba a Fate a ese plano, y una vez resuelto ese asunto el espectro tendría que marcharse. Era el orden natural de las cosas, algo que no podía ser cambiado. Luchar contra ese orden estaba fuera de su alcance.
Así que solo tenían dos opciones: Dejar sepultados esos sentimientos y hacer como si la noche anterior nunca hubiera ocurrido, o aceptar el eventual desenlace que tendría su historia e intentar disfrutar de su momento juntas, mientras durara.
Aún con el recuerdo de su sesión de besos post confesión bien fijado en su mente, para Nanoha el olvidar lo que había sucedido no era ni siquiera una remota opción.
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Espectral (¡Mi fantasmal historia de amor!) NanoFate
FanfictionDespués de tanto ahorrar, Nanoha había logrado mudarse a un pequeño departamento que le daría la privacidad y tranquilidad que su vida de universitaria requería. El precio de la renta era una ganga, pero todo parecía estar en orden. Lo que nunca se...