Las largas noches de invierno dieron paso lentamente a los tímidos días de primavera, con temperaturas más dóciles y el renacer de la vegetación. De manera sutil, pequeñas hojas verdes crecían en los árboles que, algunos meses atrás, se habían quedado sin follaje, mientras que primaverales flores empezaban a asomarse por las jardineras. A pesar de que esa nueva estación era una de sus favoritas, difícilmente podría olvidar el invierno que recién se despedía.
Justo en ese frío letargo del invierno, cuando todo parecía apagarse y el ambiente tendía a volverse más sombrío, se había dado cuenta de que en su pecho nació una pequeña llama, que con el pasar de los días solo crecía más y más.
Ese sentimiento que se le había hecho ajeno durante sus anteriores citas, pero que ahora no paraba de golpetear en sus adentros cada vez que su mirada se cruzaba con esos ojos burdeos.
Se había enamorado.
Se había enamorado perdidamente de un fantasma.
Se había enamorado perdida y absolutamente de Fate.
Cuando, luego de incontables días intentando darle nombre a eso que estaba haciendo que su corazón se acelerara cada vez que veía a la rubia, entendió que lo que le pasaba, cayó en una crisis existencial.
¿Cómo podía haberse enamorado de un fantasma? Es decir, hubiese sido más lógico para ella enamorarse de alguien de la universidad, algún cliente frecuente del bar o incluso, de alguna muchacha bonita en la parada de autobuses. Nunca, ni en sus más locas fantasías, hubiese creído que terminaría suspirando por el espectro que vivía en su mismo departamento.
Pero ella no lo había buscado. Simplemente pasó. Y ahora que ya la emoción se había instaurado en su ser no encontraba manera humana posible de sacarse a esa fantasma de la cabeza. Mientras trabajaba, mientras estudiaba, mientras realizaba las compras necesarias para reponer la despensa. Esa sonrisa amable y esa mirada gentil aparecían en todos sus ratos libres.
Había empezado incluso a soñar con ella. En sus sueños no estaba la barrera de la incorporeidad de Fate, y por eso podía rodear a la mujer con sus brazos y besarla largamente. En sus sueños, Fate, vivía.
Y cuando despertaba, agitada y con el cuerpo afiebrado, recordaba de inmediato que Fate había muerto hace mucho tiempo, y sus suspiros volvían a aparecer apenas la veía sentada en la esquina del balcón, ajena a su revolución interior.
Si seguía por ese camino iba a perder la cabeza.
Era su desesperación la que había hecho que, en su día de descanso laboral, estuviese sentada con Hayate en la barra de un pub cercano a la casa de su fiel amiga en vez de sumergida en su cómoda cama. Necesitaba hablar de lo que sentía con alguien, aunque, conociendo la actitud de Hayate, todavía tenía dudas respecto a la decisión de hablarlo con ella.
Mientras hablaban de cosas triviales y se quejaban de sus respectivas clases, el contenido de sus tragos fue decreciendo rápidamente. El pub estaba abarrotado gracias a sus buenos precios y el happy hour, así que el ambiente estaba bastante animado. Pero, aunque todavía no había reunido el valor para hablar de lo que le sucedía con Hayate, al tercer trago ya se le estaba haciendo muy difícil no empezar a pensar en la cálida mirada de una rubia que seguramente se encontraba muy aburrida en casa.
¿Estaría preocupada por ella? Le había dicho que saldría con Hayate cuando estaba por irse del departamento. Seguro estaría con el televisor encendido viendo uno de esos programas de citas que parecían distraerla.
— ¡Oye Nanoha! — exclamó una levemente alcoholizada Hayate, dándole un golpe a la barra.
— ¿Uh? — pronunció Nanoha, prestándole atención.
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Espectral (¡Mi fantasmal historia de amor!) NanoFate
FanfictionDespués de tanto ahorrar, Nanoha había logrado mudarse a un pequeño departamento que le daría la privacidad y tranquilidad que su vida de universitaria requería. El precio de la renta era una ganga, pero todo parecía estar en orden. Lo que nunca se...