Tomó una gran bocanada de aire antes de inclinarse nuevamente y alzar la pesada caja entre sus brazos. Al sentir el peso del contenido de la caja, sus brazos se tensaron de manera dolorosa, casi como si le reclamaran el esfuerzo físico al que los estaba sometiendo desde ese día en la mañana. Con determinación, miró las escaleras que tenía frente a ella. Solo faltaba ese último esfuerzo, esa última caja, unos últimos segundos de fortaleza y podría descansar.
— ¡Nanoha apresúrate! — le pidió una voz desde el otro extremo de la escalera — Todavía tienes que desempacar.
— ¡Hayate dame un respiro! — suplicó Nanoha, empezando a subir la escalera — Creo que se me está bajando la presión.
— ¡Menos charla y más trabajo!
Sintiendo que sus piernas empezaban casi a temblar se enfocó en llegar al último par de escalones, y dejó escapar un gran suspiro cuando, después de lo que pareció una eternidad, logró llegar al final de la escalera.
Al final del pasillo y sentada sobre algunas cajas similares a las que Nanoha cargaba, se encontraba una joven mujer de edad muy similar a la suya, dándole algunos sorbos a una botella de agua. Su cabello castaño estaba atado momentáneamente en una coleta, que apenas se veía como un pequeño bultito considerando que su amiga tenía algunos años llevando el cabello más corto en comparación a ella misma.
Nanoha también se había atado el cabello en una coleta cuando iniciaron la tarea de subir las cajas de la mudanza desde la planta baja hasta el tercer piso pero, a diferencia de Hayate, su cabello cobrizo si caía mucho más largo por su espalda, e incluso, algunos mechones se le habían escapado rebeldes al agarre, cayendo de manera descuidada sobre su frente humedecida por el sudor.
Con un último esfuerzo, avanzó la corta distancia que le faltaba hasta posicionarse al lado de Hayate, dejando caer sonoramente la caja al llegar frente a la puerta, y cerrando los ojos al escuchar el sospechoso sonido de la cerámica al chocar luego del golpe.
— ¡Uy! Espero que hayas embalado bien eso — comentó Hayate, observando la caja con preocupación reflejada en sus ojos celestes.
— Con que haya quedado al menos un plato en pie estaré bien — dijo Nanoha, adolorida.
— ¿Y bien? — preguntó Hayate — ¿Tienes la llave?.
Intentando recordar, Nanoha palpó sus bolsillos hasta encontrar una plateada llave en el bolsillo trasero de su jean. Con las manos aún temblorosas producto del esfuerzo, introdujo la llave en la cerradura de la puerta que estaba frente a ella y la giró, abriendo la puerta y revelando el interior de la estancia.
Al ver hacia el interior no pudo evitar sonreír.
Había ahorrado muchísimo y trabajado más horas extras de las humanamente correctas para lograr mudarse a un espacio propio. No la había tenido fácil al inicio de la universidad, sobre todo al venir de una pequeña ciudad del interior y haber tenido que mudarse a una ciudad tan grande como Uminari. Sus padres ya se esforzaban lo suficiente para poder costear los gastos de la universidad, así que no quedaba mucho presupuesto disponible para sus gastos domiciliarios, lo que hizo que, al inicio, hubiese optado por vivir en una residencia estudiantil con más roommates de los que debía ser legalmente permitido, y con todos los retos que eso implicaba.
Retos como el hecho de que su comida desapareciera misteriosamente del refrigerador aunque estuviese etiquetada, y el abandono lento pero continuo de su paz mental cada vez que tenía que estudiar para un examen importante y a alguno de sus compañeros se le ocurría la brillante idea de realizar una fiesta en la casa con música alta hasta las tres de la mañana. Aún no sabía cuál había sido la deidad que había intercedido por su alma para que aprobara el primer año con unas notas decentes a pesar de haber estudiado en esas dudosas condiciones.
ESTÁS LEYENDO
Espectral (¡Mi fantasmal historia de amor!) NanoFate
FanfictionDespués de tanto ahorrar, Nanoha había logrado mudarse a un pequeño departamento que le daría la privacidad y tranquilidad que su vida de universitaria requería. El precio de la renta era una ganga, pero todo parecía estar en orden. Lo que nunca se...