Llevaba ya un rato acostada en el sofá, con la vista fija en un punto aleatorio del techo. A sus oídos llegaba el suave murmullo del televisor, que había encendido para no sentirse tan sola dentro del departamento.
Era extraño. Llevaba años vagando solitaria, esperando por algún milagro que la hiciera desaparecer finalmente de ese mundo, así que se había acostumbrado muchísimo a la soledad. Sin embargo, desde que la cobriza había llegado a ese departamento y por azares del destino se había topado con alguien que podía verla y escucharla, anhelaba su compañía más de lo que quería admitir.
Había aceptado la soledad con resignación, pero ahora que alguien reconocía su existencia parecía que todo dentro de ella había cambiado.
Dejó escapar un largo suspiro, mientras se giraba para poder ver la pantalla del televisor de manera más cómoda. Justo estaba por empezar un capítulo de la serie de citas que solía ver con Nanoha. No pasaron ni cinco minutos cuando, en el programa, ya se había armado la primera parejita, que se estaban demostrando cariño de una manera bastante confianzuda aunque en teoría, según la narrativa de la serie, recién acababan de conocerse.
Sus manos ubicaron rápidamente el control remoto del televisor y un fantasmal dedo se apresuró a darle click al botón de apagado.
No quería saber nada acerca de citas.
Acomodándose nuevamente en su posición inicial en el sofá, de cara al techo, no pudo evitar llevarse una de las manos al rostro.
Se le estaba haciendo condenadamente difícil definir lo que estaba sintiendo en esos momentos. La inquietud se había adueñado de su alma y, si le empezaba a prestar atención, sentía como si su corazón doliera con cada falso latido.
¿Estaba molesta? ¿Se sentía frustrada?
¿Realmente no sabía que le estaba afectando tanto, o se estaba haciendo la tonta?
Y de paso, estaba segura de que su noche sería bastante larga. Nanoha le había comentado en la mañana, antes de irse a la universidad, que esa noche había quedado con Griffith para finalmente tener la tan esperada cita.
Aún las palabras de la universitaria retumbaban en su cabeza. Incluso podía recordar la indecisión de la chica al elegir el vestuario adecuado para su encuentro. Le había dicho un par de chistes incluso para intentar hacerla sonreír y así lograr que se olvidara de los nervios frente a su futura cita. Pero ahora, en la soledad del departamento, recordar esa sonrisa le dolía.
— Diosito, llévame por favor — suplicó Fate, al comprender lo que le pasaba.
Desde que Nanoha le dijo que su cita era esa noche, y que posiblemente llegaría bastante tarde a casa, ese dolor fantasma en su pecho se había hecho presente.
Estaba celosa.
Estaba positivamente celosa
Y le faltarían dedos para contar con sus manos todas las razones por las cuales eso estaba mal. Comenzando por la primera y más importante de todas.
Era un fantasma.
Ni siquiera podía usar como excusa válida el "solo se vive una vez" porque ella ya no estaba viva.
Lo que le estaba pasando era tan inverosímil que tenía ganas de hacer una pataleta.
En esos momentos era cuando deseaba ser capaz de dormir, como lo haría un ser vivo común. Así podría al menos evadir la realidad por algunas horas en vez de estar dándole vueltas al asunto como lo estaba haciendo.
Todavía seguía revolcándose mentalmente en su miseria cuando el sonido de unas animadas voces por el pasillo llamó su atención. Unos pocos segundos después escuchó cómo introducían la llave en la cerradura, y abrían la puerta de entrada.
ESTÁS LEYENDO
Espectral (¡Mi fantasmal historia de amor!) NanoFate
FanfictionDespués de tanto ahorrar, Nanoha había logrado mudarse a un pequeño departamento que le daría la privacidad y tranquilidad que su vida de universitaria requería. El precio de la renta era una ganga, pero todo parecía estar en orden. Lo que nunca se...