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Nunca sintió una emoción verdadera en toda su vida.

Siempre teniendo el mismo objetivo, siempre viendo la vida de la misma manera, siempre siendo él.

¿Era realmente su vida la que vivía o era la que los demás querían? ¿Siempre quiso él ser el próximo Dominante? ¿Estaba bien con el cargo que le situaron enfrente desde que era un mocoso?

Sabia que sus padres no siempre eran una moneda de oro. Lo sabía mejor que nadie y también sabía que él mismo no lo era.

La vida de los Dominantes, según por las mismas palabras de su madre, no siempre será limpia. Para obtener el poder requerido era necesario jugar sucio, siempre y cuando le dieras al pueblo lo que necesitaba.

Era expiar tus pecados satisfaciendo las necesidades de los afectados.

Sus padres siempre le dijeron que debía ser el mejor, que debía de darlo todo, que tenía que ser el número uno y así lo hizo. Toda su vida se ha resumido en solo eso.
Siempre era el primero en todo, siempre fue el más fuertes, el más inteligente. Debía cargar con el peso de un dominante verdadero o alguien más le quitaría su corona.

Aprendió a ver a los demás como inferiores, aprendió a ser egoísta y aprendió a manipular a todos a su al rededor para obtener lo que quería. Eran cualidades de un Dominante, esa era la escencia.

Su madre no lo trataba mal, nunca le puso una mano encima y sabe que lo ama, pero el poder era más importante que un hijo. Fueron noches infinitas de completa soledad, circunstancias difíciles que se le imponían desde pequeño y realidades que solo un niño con un próximo cargo, viviría.

La relación con su padre tampoco era algo que desear, en realidad, tal vez esa era la razón de su actitud. Rubius nunca lo trato como un hijo, era un buen esposo, si, pero no un buen padre.
La presión de ser el primero en todo siempre vino acompañada de golpes y regaños de parte de el alfa mayor, las palabras frías y las miradas llenas de decepción estuvieron siempre presentes cuado se trataba de su alfa.

La soledad siempre fue su compañera y eso, para el, estaba bien.

Sin embargo, la vida le puso enfrente a un simple humano, sin olor, sin feromonas, sin nada.

Roier nunca le pudo ofrecer nada a cambio, ni si quiera se comparaba con los otros omegas que se ofrecían como próximo cónyuge.

Su cuerpo no era fino como el de ellos, su piel no era pulcra y limpia, ni si quiera actuaba como uno, pero desde que su lobo lo miro, quiso tenerlo debajo de él.

Al principio repudiaba siquiera la idea de acostarse con un beta. Para él y sus creencias; Los alfas debían de estar con un omega.

Se odiaba a si mismo cuando se encontraba de repente mirando las piernas fornidas del beta, cuando sus ojos viajaban a esa espalda ancha y su vista paraba a los muslos regordetes.

Aquel pecho marcado y esos rollos de grasa que se formaban cuando se agachaba o se doblaba.

Odiaba el hecho de tocarse imaginando poder poseer el cuerpo de un simple y ordinario beta.

Se acostó con omegas, los toco y abrazo. Sintió el tacto pulcro y suave de las manos delicada de uno, pero aún con ello, se veía en la necesidad de imaginar a Roier para poder llegar al orgasmo.

Entonces cuando estaba a punto de perder la cabeza, su celo le llegó en medio de una cueva con Roier a su lado y su lobo domino su ser.

Nunca antes había vivido un momento de placer tan lleno y fuerte como el de aquella vez.

𝙻í𝚗𝚎𝚊 𝚍𝚎 𝚏𝚞𝚎𝚐𝚘 ~Sproier~ 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora