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Rheaenerys caminaba con su esposo en el patio seguida de sus hermanos, pero sus ojos fueron a un lado del castillo, su esposo se detuvo mirando a sus hijos y sobrinos jugar en la nieve, Therdarys se abrazaba de su hermana Sherdys y de Rhaena las c...

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Rheaenerys caminaba con su esposo en el patio seguida de sus hermanos, pero sus ojos fueron a un lado del castillo, su esposo se detuvo mirando a sus hijos y sobrinos jugar en la nieve, Therdarys se abrazaba de su hermana Sherdys y de Rhaena las cuales cayeron junto a ella en el suelo del lago completamente congelado bajo la mirada atenta de sus padres con una sonrisa en sus rostros.

El guardia del castillo del norte se reía junto a sus dos amigos y sus esposas en unos troncos vigilando a los príncipes y sus hijos que jugaban juntos.

- Ya está listo - el líder del norte por unos momentos se sintió completamente intimidado por los tres pares de ojos lilas y los ojos color fuego de los Targaryen frente a él.

- Bien, empecemos - las palabras de la Reina de Essos hicieron a su esposo suspirar.

La entrada a los calabozos del castillo de Winterfell no fue larga además de silenciosa ya que los prisioneros nunca tardaban más de dos días en las celdas del norte, sus ojos rápidamente captaron la última celda.

El olor que desprendía aquel lugar la hizo tirar una ligera sonrisa, la misma que su hermano, su esposo y ella mostraban ante las guerras, la misma que gritaba una sola cosa de la casa Targaryen, GUERRA.

La guerra era lo único que el norte sabía que era seguro en el futuro, ni siquiera la boda o los hijos eran seguros, pero de lo que si estaban seguros era que la boda traería consigo protección y futuros herederos, los hijos de Therdarys y su hermano Rhenaryos podrían ascender al trono de Essos, pero los hijos con Cregan mantendrían su ascenso en Winterfell hasta que lo quisiesen.

Los sollozos en la celda al abrirla de alguna manera hicieron tan feliz a Rheaenerys, el hombre se arrinconó como pudo en una de las paredes mientras se mantenía mirando hacia el suelo, sus pies tenían quemaduras y no tenía algunos dedos en ellos, la espalda tenía cortes ligeros pero de igual manera profundos como sangre seca, sangre que apestaba el lugar donde todos se encontraban, Rhaenyra mantenía su lugar en el medio de su hermana/madre y de su amante.

- Buenos días - la Reina de Essos fue la primera en dar un paso hacia el hombre con una escalofriante sonrisa - Espero que mis caballeros le hayan dado una grata hospitalidad, aunque mirándolo bien fue más que buena.

- Largo - murmuró el hombre pegado a la pared.

- He venido a charlar un rato - sin algún problema tomó la flecha que traía en la mano acercándose al hombre - Quiero saber quien te mandó a quemar Harrenhal.

Los sollozos del hombre la hicieron voltear los ojos perdiendo la poca paciencia que en esos momentos no tenía, haciendo que levantara la flecha de nuevo y enterrándola en el hombro del hombre con tanta fuerza que hasta su esposo dio un paso atrás impresionado.

El grito desgarrador del hombre llenó la sala junto a la sangre que le salpicó la cara mientras ella hacía una mueca.

- ¡NO!

𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝 𝐎𝐟  𝐓𝐡𝐞 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧 / ᵈᵃᵐᵒⁿ ᵗᵃʳᵍᵃʳʸᵉⁿ🐉 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora