Capítulo 1 El torneo de los tres magos

937 73 0
                                    

Harry miró la mesa de los profesores. Había más asientos vacíos de lo normal. Hagrid, por supuesto, estaría todavía abriéndose camino entre las aguas del lago con los de primero; la profesora McGonagall se encontraría seguramente supervisando el secado del suelo del vestíbulo; pero había además otra silla vacía, y no caía en la cuenta de quién era el que faltaba. Además había un nueva profesora sentada, era una mujer de unos 30 años de pelo negro.

-¿Quién es ella? -pregunto Harry

-¿Será la nueva profesora de defensa contra las artes oscuras?

-Es el único puesto vacante.

-Luce un poco... -Harry intentaba encontrar la palabra adecuada para dirigirse a su nueva profesora.

-A Snape.

-¡Ron! -Hermione regaño a Ron ganándose una miradas curiosa de partes de sus compañeros.

-Vamos Hermione, tienen el mismo rostro serio, si resulta que son familiares no me sorprendería.

Su conversación fue interrumpida cuando se abrieron las puertas del Gran Comedor y se hizo el silencio. La profesora McGonagall marchaba a la cabeza de una larga fila de alumnos de primero, a los que condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, donde se encontraba la mesa de los profesores. Si Harry, Ron y Hermione estaban mojados, lo suyo no era nada comparado con lo de aquellos alumnos de primero. Más que haber navegado por el lago, parecían haberlo pasado a nado. Temblando con una mezcla de frío y nervios, llegaron a la altura de la mesa de los profesores y se detuvieron, puestos en fila, de cara al resto de los estudiantes. El único que no temblaba era el más pequeño de todos, un muchacho con pelo castaño desvaído que iba envuelto en lo que Harry reconoció como el abrigo de piel de topo de Hagrid. El abrigo le venía tan grande que parecía que estuviera envuelto en un toldo de piel negra. Su carita salía del cuello del abrigo con aspecto de estar al borde de la conmoción. Cuando se puso en fila con sus aterrorizados compañeros, vio a Colin Creevey, levantó dos veces el pulgar para darle a entender que todo iba bien y dijo sin hablar, moviendo sólo los labios: «¡Me he caído en el lago!» Parecía completamente encantado por el accidente.

Entonces la profesora McGonagall colocó un taburete de cuatro patas en el suelo ante los alumnos de primero y, encima de él, un sombrero extremadamente viejo, sucio y remendado. Los de primero lo miraban, y también el resto de la concurrencia. Por un momento el Gran Comedor quedó en silencio. Entonces se abrió un desgarrón que el sombrero tenía cerca del ala, formando como una boca, y empezó a cantar:

Hace tal vez mil años que me cortaron, ahormaron y cosieron.
Había entonces cuatro magos de fama de los que la memoria los nombres guarda:

El valeroso Gryffindor venía del páramo;
el bello Ravenclaw, de la cañada;
del ancho valle procedía Hufflepuff el suave, y el astuto Slytherin, de los pantanos.

Compartían un deseo, una esperanza, un sueño: idearon de común acuerdo un atrevido plan para educar jóvenes brujos.

Así nació Hogwarts, este colegio.
Luego, cada uno de aquellos fundadores fundó una casa diferente para los diferentes caracteres de su alumnado.
Para Gryffindor el valor era lo mejor;
para Ravenclaw, la inteligencia.

Para Hufflepuff el mayor mérito de todos era romperse los codos.

El ambicioso Slytherin ambicionaba alumnos ambiciosos.

Estando aún con vida se repartieron a cuantos venían, pero ¿cómo seguir escogiendo cuando estuvieran muertos y en el hoyo?

Fue Gryffindor el que halló el modo:
me levantó de su cabeza, y los cuatro en mí metieron algo de su sesera para que pudiera elegiros a la primera.

PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora