Capítulo 16

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No tuvo oportunidad la última vez de entrar a la habitación de Fyodor, sobre todo porque lo retuvieron como prófugo de la ley por haberse robado un kilo de tortillas. Su madre era un rayo de luz que le impedía dejar de escuchar sus anécdotas.

Hablaba mucho sobre su hijo, aunque no tanto sobre cómo fue que creció. No sentía realmente la necesidad de preguntar sobre ello, ya había dejado en claro que no tenía por qué contestar a cosas que no quisiera.

Entonces, ahora si pudo ver de arriba a abajo las cuatro paredes donde prácticamente se la pasaba encerrado todos los días. Era sólo porque le gustaba el confort de su habitación, no precisamente por antisocial o por estar traficando hámsters en la deep web.

Su imaginación voló de inmediato al leer de reojo los títulos de los libros, en un librero quizás más grande que su cama. Se sintió maravillado de poder ver esto, en conjunto con varias fotografías donde se encontraban él y su madre.

Había una especial a la que tal vez le faltaba un pedazo del lado derecho, pero no fue nada particular.

— Siéntate donde gustes, m-mamá vendrá hasta la hora de la cena– mencionó aún nervioso, era la primera vez que alguien más entraba a su cuarto — Quería ir a unas clases de pintura p-para retomar un cuadro que abandonó hace mucho

— Ahhhh entiendo, entiendo– dijo mientras asentía levemente, se sentó al borde de la cama — Me gusta mucho el diseño de aquí, se siente muy tú

— ¿Mmh?

— Si, digo, yo entro aquí sin saber que es tu habitación y definitivamente pensaría que es tuya, ¿me explico?

— Mjum... c-creo que si...

Sus manos temblaban todavía, no sabía y no tenía ni la más mínima idea de cómo hacer que el ambiente se sintiera menos incómodo. Aunque, a juzgar por la pequeña sonrisa en el rostro de Nikolai, estaba de todo menos incómodo.

Tragó en seco, comenzó a quitarse el suéter del uniforme ya que estaría un tanto húmedo por la reciente lluvia. Respiró hondo el aroma de la tierra mojada por entre la ventana, dejando pasar las ventiscas frescas y un par de gotas frías.

— Amo la lluvia– habló Gogol de nuevo, y le prestó toda su atención obviamente — Es como si el cielo y las nubes bajaran hasta tocar el suelo en forma de chispas, se derrama y pinta de verde cuando los árboles retoñan

— Suena lindo– concordó, se giró para sonreírle — A mamá también le gusta mucho, pero a veces n..

El cielo resplandeció en un relámpago, un estrepitoso trueno le siguió. No era por hacerse el interesante ni mucho menos, sólo que en algunas ocasiones en serio daba miedo, en general tratándose de ruidos demasiado fuertes y repentinos.

Por ello, su primera reacción fue cubrir sus oídos con ambas manos y agachar la cabeza, queriéndose cubrir del ruido. O de quien provocó el ruido. Naturalmente se habría abrazado a sí mismo para calmarse, pero, esta vez no estaba envuelto en la soledad como muchos otros días.

Nikolai tenía experiencia con esto, Atsushi se asustaba igualmente con ruidos o gritos porque sus oídos eran más sensibles que los de la mayoría. Sin embargo, sabía que Fyodor no tenía una extrema sensibilidad auditiva, y más bien, fue un instinto.

Sin preguntar o esperar invitación, sostuvo al contrario por la espalda y lo cubrió con sus brazos, poniendo una mano sobre su cabello. Él recargó su frente en su hombro, sin descubrirse, pero sin alejarse de Gogol tampoco.

Pasaron los minutos, los dos sentían la respiración del otro hasta que ambos se coordinaron y lograron calmarse. Estiró su mano para cerrar la ventana completamente, viendo que las nubes ligeramente grises se habían vuelto oscuras en su totalidad. Día de tormenta y ellos solos en casa, qué conveniente.

Háblame // FyolaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora