30| Descansa Yavuz.

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Las semanas pasaron y con esto la plaga aumento, arrebatándole la vida a todo aquel que no tuviese defensas altas o tuviese otra enfermedad a parte de la peste

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Las semanas pasaron y con esto la plaga aumento, arrebatándole la vida a todo aquel que no tuviese defensas altas o tuviese otra enfermedad a parte de la peste.

En el palacio, fue inevitable que gente muriese, y hoy, después de cuatro meses de que la plaga ingreso, ceso, actualmente estaban viendo el desfile de ataúdes pasar.

Nurgul se había encargado de organizar el funeral del hombre que ocasiono tanto sufrimiento, como una muestra de humanidad, ella se mantuvo a su lado la mayor parte del tiempo, fue ella quien le cerro los ojos a Yavuz, por que este murió con los ojos bien abiertos.

El Sultán murió solo, como un perro, ninguno de sus hijos o sus esposas quiso hacerse cargo de él, Nurgul se le acerco, pero solo para ver si ya estaba muerto, y Yavuz en sus últimos momentos, se arrepintió de todo, deseando cambiar su decision, quiso haber hecho todo mejor, momentos antes de abandonar el mundo, Yavuz lloro, lloro profundamente, pues su vida paso por sus ojos, recordándole que había sido la peor persona del mundo.

Nadie, absolutamente nadie lloro la muerte del monarca, la única mujer que le hubiese llorado estaba también muerta, junto con todos sus hijos.

Todos los descendientes de Azahar murieron, menos Nur, pero a ella jamás la considero su hija y la sultana jamás la considero su madre, por lo que no le importo la muerte de la sultana.

El primer ataúd que vieron pasar fue el de Yavuz, luego el de Azahar y luego todos los hijos que habían tenido estos dos, junto a estos los cuerpos de sus esposos.

Gunay miro con pena el ataúd de los niños, pues ella los habia cuidado también, ella los habia arropado un par de veces cuando Azahar no se quiso hacer cargo de ellos, ella habia velado por ellos también.

Nurgul suspiro, le daba miedo pensar que en esos ataúdes podrían estar algunos de sus hijos o ella.

Aasiyah miro la escena sin emoción alguna, no sentía dolor por ninguno de ellos, simplemente les dio igual cualquier cosa.

Ellos le habían hecho la vida imposible a Onur cuando ella estaba exiliada, por lo que no merecían ninguna lagrima de ella o por ninguno de sus hermanos.

Emira miro el ataúd de Yavuz con nostalgia, conforme avanzo el ataúd, sus recuerdos le trajeron al pasado, cuando ella llego al palacio y Yavuz fue amable con ella, cuando tuvieron a sus primeros hijos, cuando estuvieron en el palacio de caza.

Derramo una leve lagrima, no por él, si no por todo el dolor que le habia ocasionado.

Los que si lloraban eran sus hijos, Dilasub, Aslan y Uveys, pues ellos si habían amado a su padre, él en sus primeros años fue bastante presente, logrando forjar un vinculo con sus hijos.

Esmeray lloraba al ver los ataúdes de sus hermanas, pues habia convivido bastante con ellas convirtiéndose en amigas.

Nahid agradecía mentalmente que ninguna de esas cajas fuese de Sahanaz, Mehpare, Nurgul, Aasiyah, su madre o cualquiera de sus hermanos, si fuese alguno de ellos los que estuviese allí, se abría llevado a todo Constantinopla de encuentro.

El pueblo habia cerrado sus negocios y vestían de negro, en señal del luto, aunque realmente ellos quisieran celebrar bebiendo y haciendo banquetes junto al ejercito, pues todos habían odiado a Yavuz desde que era un príncipe.

Pero tenían que guardar las apariencias, si no, ¿Qué pensarían los demás paises de ellos? No podían darle una mala imagen al mundo, entonces todos se reunieron en las mezquitas y comenzaron a recitar el Corán y canticos por las almas de la familia imperial.

Los pasa se reunieron a alrededor de los ataúdes para dar sus sentidos pésames, y esperar a que saliera el nuevo Sultán de manera inmediata, puesto a que no podían dejar al pueblo otomano sin un gobernante, quien sabe que serian capaz de hacer.

Mientras tanto, Las mujeres sobrantes de Yavuz, se reunieron en una habitación, donde decidirían que príncipe iba a subir el trono.

El ambiente era tenso y todas se miraban con odio, la única que sonreía era Azra, la víbora mayor.

¿Quién diría que esa malnacida tenia una inteligencia maldita que fue capaz de prever los movimientos de las demás? Nadie contaba con su astucia.

Reinas OtomanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora