Capítulo 22 Primera parte (modificado)

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Trevor y Phoebe no tardaron en reunirse de nuevo con Grace y Clarisse, y tras un breve descanso decidieron seguir paseando hasta el jardín donde estaban los espectaculares arcos de Laburnum y la glorieta de la que les había hablado lady Pembroke, allí los esperaba un lacayo, el cual nada más verlos aparecer se fue hacia la casa para avisar de que ya podían servirles un tentempié y refrescantes bebidas.

Una vez visto el lugar, los cuatro se sentaron cómodamente en la glorieta y se pusieron a charlar mientras disfrutaban de una fresca y apetecible limonada.

Grace estaba encantada de ver a su hijo tan cómodo, tan relajado, ya que ahora sí que estaba segura de que por fin Trevor había encontrado la mujer perfecta para él. Grace conocía perfectamente a su hijo, y no solo por ser su madre, sino porque Trevor era exactamente igual a su padre. A ambos les costaba abrirse y mostrarse tal como eran en realidad, siempre mostrándose al mundo con aquella armadura del perfecto barón que parecía que heredaban con el título, armadura de la cual tan solo se despojaban cuando se sentían realmente a gusto y confiados, algo que solo solía ocurrir con los más allegados, y ahí estaba ahora, sin caretas, sin la armadura de barón, charlando y riendo tan desinhibidamente contando anécdotas de su niñez.

─¡Oh! Querido nunca pensé que fuera usted un niño tan travieso ─comentó Clarisse después de reír tras escuchar el último relato.

─Ni se lo imagina, querida. Trevor fue siempre un niño muy inquieto y activo que no inventaba nunca nada bueno. Créame si le digo que traía a todo el personal de la casa loco con sus juegos y travesuras. Aunque he de decir que como era el único niño de la casa y era siempre tan alegre, zalamero y cariñoso con todos, que los tenía encandilados y le reían todas las gracias.

─Bueno madre, es que yo siempre he sido un niño encantador ─dijo Trevor poniendo una de sus caritas de niño travieso.

─Si hijo, sí, has sido siempre todo un angelito. Ya veremos el día que tengas hijos, lo graciosas que te parecen sus travesuras si se parecen a ti.

─Venga madre, no disimule que usted también se reía con alguna de mis travesuras, ¿acaso ya ha olvidado lo que se llegó a reír el día que Higgins y yo aparecimos llenos de barro?

─No querido, por supuesto, que no lo he olvidado. Jamás se me olvidará la impresión que me llevé al escuchar el grito de la señora Maxwell y veros de esa guisa al llegar corriendo a la entrada a ver que había ocurrido.

─¿Higgins?, ¿se refiere a su mayordomo? Creo recordar que ese era su nombre.

─Si Clarisse, se refiere a nuestro mayordomo ─contestó Grace con una gran sonrisa─. Tendrían que haber visto como llegaron. Recuerdo que yo estaba tranquilamente en mi salita, sumida en mis pensamientos, como era habitual en aquella época, cuando de pronto escuché el grito de nuestra ama de llaves. Como se imaginarán, al escuchar el grito pensé que había ocurrido una desgracia y salí corriendo con el corazón en un puño, imaginándome todo tipo de accidentes, hasta que llegué a la entrada y los vi.

─Pero ¿tan manchados llegaron? ─preguntó Phoebe sonriendo.

─Ni te lo imaginas querida. No es que se hubieran manchado, es que venían cubiertos de barro de pies a cabeza. Parecía que se habían estado revolcando en una porqueriza. Cuando los vi allí parados, cogidos de la mano, con cara de culpabilidad y chorreando barro, mientras la señora Maxwell no paraba de recriminarles como lo estaban dejando todo, no supe si echarme a llorar del alivio al ver que no había pasado nada grave, si ponerme a gritar preguntando donde se habían metido para llegar en ese estado, o echarme a reír. Al final la risa fue la que ganó, pues no pude evitar empezar a reír como hacía tiempo que no lo hacía. Es que llevaban hasta el pelo y la cara llena de barro y no podía ni imaginarme que habrían estado haciendo para acabar en semejante estado.

ARRIESGARSE A AMAR  ( Borrador Sin Corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora