Capítulo 4 - La Ciudad del Pecado

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La risa de los niños que llegaba hasta sus oídos lo hicieron despertar, de lo que parecía ser un sueño de nubes oscuras y brumas sin sentido. Al ver por la ventana noto que el autobús que uso para llegar a Karganat, ya estaba por detenerse, agarro la mochila que tenía a sus pies, la abrió para asegurarse de que todo estuviera ahí, y sí en efecto nadie había agarrado sus cosas, cuando por fin el conductor dio aviso de que podían bajar, Jonathan espero calmadamente a que todos bajaran, sí no tendría el ajetreo de que lo estuvieran apresurando para bajar, cuando vio que dos mujeres, un anciano y un hombre de aproximadamente treinta años bajo y se aseguró de que no faltaba nadie más el bajo.

En el andén solo estaban él y las personas a las que vio bajar, el cielo estaba nublado, como si fuera a llover, todo parecía callado y muy calmado, había preguntado qué clase de ciudad era Karganat, pues no la conocía, pero la respuesta que le dieron no fue lo que él esperaba, aunque para ser sincero tampoco sabía que esperar...

"―Es una de las ciudades comerciales más concurridas, aunque no lo parezca a simple vista, hay muchas empresas que invierten allá, así que muchas personas se van para allá a conseguir mejores trabajos, pero cuando llegas es como si no tuviera vida, no sabría cómo explicártelo."

Pero ahora entendía a lo que se refería, al salir de la terminal vio las calles casi despobladas, no había mucho tránsito y menos personas a pies, las calles se veían sucias, para ser una ciudad donde llegaban muchas empresas a invertir por su importancia, por el contrario, parecía un pueblo fantasmas, con una enorme escases de personas, miro una vez más el papel donde estaba la dirección, "Av. Midway Btll. 4219" ahora el dilema era como llegar hasta ahí, no conocía la ciudad, pensó que la mejor idea sería esperar un taxi, pero no creyó que en las condiciones en las que se veía la ciudad, pasara algún taxi a esa hora, miro a ambos lados buscando a alguien que le diera indicaciones. A lo lejos como a diez metros a su derecha encontró a alguien.

Se acerco.

―Buenas noches, me preguntaba si me podía dar algunas indicaciones para llegar a este lugar.

Jonathan le mostro al hombre la dirección, mientras este observaba las letras que se mostraban en el papel, se percató que el hombre era bastante alto un poco más alto que él, de piel muy blanca como las nubes en un día soleado, su cabello largo amarrado en una cola de caballo daba la impresión de que si se lo soltaba el cabello le llegaría hasta media espalda, tenía facciones bastante atractivas pero una mirada profunda y severa, como si supiera secretos que el mundo debería ignorar por su propio bien.

―Si va en aquella dirección, tendrá que cruzas por lo menos quince cuadras, fíjese bien en los letreros, tenga cuidado porque es una zona un poco peligrosa.

Su forma de hablar era extraña, era muy serio y formal como si se hubiera criado en otra época, pero no se veía mucho mayor que él.

―Muchas gracias, este...

―Soldich, Fausto Soldich. ―dijo mientras le estiraba la mano para estrechársela. Acto que Jonathan también imito y con un señorial apretón de manos le agradeció al hombre quien tenía las manos enfundadas en guates blancos, más bien su atuendo entera era bastante peculiar, una camisa echa a la medida de color blanco, encima un chaleco de color negro pantalones hechos también a la medida, y zapatos de cuero negro, era un atuendo bastante elegante para un hombre tan joven, aunque realmente se le veía bien, y Jonathan por más que lo intento no pudo despegar la mirada, se sonrojo un poco, a lo cual el hombre le sonrió de manera afable y muy cortes.

―Que tanga buenas noches, y nuevamente gracias señor Soldich.

―Por favor llámeme Fausto, no creo que tengamos tanta diferencia de edad.

Operación QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora