Capítulo 18 Refugio, yo te enseñare

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El hedor a sangre e intestinos se mezclaba de manera nauseabunda con el olor a agua salada que provenía del mar, las luces del barco donde venían los niños secuestrados ya se habían perdido en la inmensidad de la oscuridad del océano, Crismar puedo respirar con tranquilidad a raíz de eso, pero ahora frente a ellos se encontraba el peor de todos los enemigos después del mismo comandante, Abel Soldich. Al principio ella lo confundió con Fausto, pues el parecido era innegable, si no fuera por el cabello corto de Abel, sin duda hubiera tenido problemas en identificarlos, porque hasta su olor corporal era el mismo. La mirada de Soldich se concentró en ella y Jonathan que habían decidido aparecer, todos los demás estaban obedeciendo el protocolo de retirada que ya Crismar había explicado, nadie objetó nada pues sabían el monstruo al que se enfrentaría, y por su parte el capitán general tampoco le importaba lo que hicieran los demás, él solo venia por las quimeras más fuertes y esos eran quienes tenía en frente, pero entendió perfectamente que ellos estaban esperando a que sus subordinados huyeran, así que se quedó tranquilo a la espera de que despejaran el lugar, así nadie les estorbaría.

En la lejanía del acantilado al este del puerto, estaba Origon observando todo lo que ocurría, le hervía la sangre porque quería luchar contra Jonathan y Crismar, pero no estaba lo suficientemente loco como para interponerse en el camino de ese sujeto, al que incluso él debía admitir que le tenía algo de miedo, a su derecha pudo ver como la batalla en el barco había terminado, y el pequeño Andrew había perdido irremediablemente frente a los gemelos, él solo sonrió y en su mente una única frase, "era de esperarse" el pre adolescente nunca iba a tener oportunidad contra esos dos, él lo sabía mejor que nadie, lo miro a lo lejos siendo arrastrado por la corriente del mar, el pobre chico más allá de producirle lastima, lo veía como alguien insignificante; "incluso siendo su hijo, no le llegas ni a los talones niño tonto". El lugar se había despejado por completo, ya no había nadie, solo aquellos tres terribles soldados que podía destruir un ejército entero sin esfuerzo, Origon se sentó en el suelo de piernas y brazos cruzados, pues si no podría participar por lo menos se pondría cómodo para disfrutar de un momento imperdible en la vida.

―¿Quieres? ―dijo una voz que apareció a su lado, el volteo a su izquierda, y pudo ver a una mujer de cabello negro corto a la altura de las orejas y ojos color avellana tendiéndoles lo que parecía ser un bolsa de frutos deshidratados. Una de las cosas que Origon más odiaba de ser quimera era el hecho de ser vegetariano, o más bien vegano, pues los cuerpos de las quimeras rechazaban cualquier cosa que procediera de un animal, absolutamente todo, sus cuerpo lo detectaban y lo rechazaban por completo, a veces se imaginaba comiendo un enorme y jugoso bistec de cerdo, como los que hacia su mamá cuando él era un niño.

―Porque no. ―dijo tomando la bolsa de frutas deshidratadas. ― ¿Qué haces aquí? ¿no deberías estar en el laboratorio de Sicorg? Muramasa ―Muramasa Saeki, una general muy conocida y también una quimera clase 4 nunca nadie la ha visto transformada, se decía que era tan fuerte, que nunca lo había necesitado, y que solo lo haría contra un enemigo digno, era la encargada de proteger el laboratorio experimental de Sicorg uno de los laboratorios que aún quedaban en pie.

―Sí, pero Sicorg no está muy lejos de aquí, así que decidí venir a echar un vistazo, jamás imagine que se pondría tan interesante. ― dijo mientras miraba hacia el puerto con una sonrisa inocente y con los pies colgando en l precipicio de una forma juguetona como un niño en un columpio.

Origon decidió no prestarle más atención, ella parecía ser una persona muy sencilla a simple vista, pero solo había que pasar un par de horas a su lado para darte cuenta que tenía una mente ágil pero a la vez perturbadora, de alguna forma eso le causaba risa, porque se preguntaba que si para ser general en el ejército se debería de tener algún desequilibrio mental, pues la mayoría parecían necesitar ayuda psiquiátrica, pero todos esos pensamientos quedaron sin importancia cuando sintió como el ambiente se tensaba, como el aire se volvía más pesado y hasta se le dificultaba respirar, la naturaleza no perdía el tiempo en hacer el preludio a la batalla.

Operación QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora