Capítulo 12 Las excusas de un hombre desconocido

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Su mirada apenas y lograba visualizar su entorno la poza luz que salía de las comisuras de las esquinas del suelo apenas si lograban dar claridad, no había ni una sola ventana, todo era de piedra, húmedo y sombrío. El dolor de cabeza era horrible y no le dejaba pensar con claridad lo último que recordaba es a Origon pateándolo muy lejos de donde estaba y termino por chocar contra un grueso vidrio, pero después de eso su mente estaba totalmente en blanco, eso hasta que recordó que había ido a ayudar a América. Después de la llamada algo en él le dijo que tenía que ir a buscarla, su instinto le decía que debía estar seguro que ella estaba bien, así que decidió y hasta las oficinas del ministerio de asuntos internos, pero cuando llego no se esperó el descomunal desastre en el que estaba todo, uso sus poderes de detección para lograr localizar a su novia, ― aunque no estaba del todo seguro que ellos fueran algún tipo de pareja a Samuel le resultaba mucho más entusiasta considerarla así ― una vez que localizo a América decidió ir tras ella, no le importo ponerse al descubierto, para él era más importante ponerla a salvo que seguir con su fachada, en especial cuando descubrió quien era su enemiga, Lumira.

Las emociones de Lumira eran inconfundibles, cada ser vivo en el mundo tenía una huella emocional, era lo mismo que una huella dactilar o el ADN, no existían dos iguales en el mundo así que una vez que detecto la ubicación fue rápidamente hasta allá cuando por fin llego supo que la única forma de salir de ese problema ilesos era dejar fuera de combate a la quimera, intento causándole un ataque de ansiedad al nivel de un humano, pero no sirvió la química cerebral de una quimera era más compleja que la de una persona ordinaria, incluso más complicada que la de un ser mágico, que era con quienes había practicado desde muy pequeño pues eran los tutores que su madre le ponía, así que tuvo que usar más energía de la que estaba acostumbrado para poder causarle un ataque de ansiedad tan fuerte que si hubiera sido un ser humano quizás hasta hubiera muerto. Había alcanzado lo que quería dejar la fuera de combate, pero cuando apareció y vio la cara de desconcierto de América y luego como esta se transformaba en una expresión de enojo, le partió el corazón conocía a la mujer lo suficiente para saber que esto lo tomaría como una traición y si le explicaba los verdaderos motivos quizás nunca volvería a dirigirle la palabra pero tal vez estaba dispuesto a perderlo todo solo por el hecho de ser sincero con la mujer que amaba, lo que empeoro todo fue la llegada de Origon cuando intento hacer le a él lo que le había hecho a Lumira, no pudo no tenía ningún tipo de emociones, indago en su interior en cada rincón de su ser, pero no encontró nada que acercara a Origon a la palabra humanidad, era sin duda un ser sin corazón, sin emoción sin una pizca de vulnerabilidad humana, Samuel nunca había estado en una situación como esa, nunca había conocido a un ser vivo que no tuviera emociones, ni siquiera los demonios era invulnerables a sus poderes empáticos, por eso uso sus poderes como ecoquinetico, la ventaja de tener dos habilidades psíquicas, pero incluso así de alguna manera ese monstruo logro eludir su ataque y golpearlo de regreso ahora la pregunta era... se levantó rápidamente e intento salir a algún lugar pero tanto solo dio dos paso y volvió al suelo con algo lo había empujado de nuevo.

―¿Estas bien? ― sonó detrás de él, las voz en cuestión era reconocible, pero aquella pregunta fue hecha más por cortesía que por preocupación. Samuel se volteó y ahí estaba la persona por la que más se preocupaba, estaba anclada a la pared a modo de crucifixión, sus brazos y piernas estaban clavados a la pared, sus pies reposaban en una especie de pequeño suelo que sobresalía de la pared y su cuello está amarrado con lo que parecía una pedazo de metal atornillado a la misma.

―Eso debería preguntarte yo a ti. ― dijo mientras veía la horrorosa manera en la que la tenían.

―Esto, no es nada, deberías haber visto a mi mamá cuando yo hacía de las mías, eso sí dolía. ― por más peligrosa que fuera la situación ella nunca dejaba ese sarcasmo que la caracterizaba, soltó una sonrisa que fue acompañada de un suspiro de casi alivio. ― Quiero que me digas una cosa. ¿Quién eres realmente?

Operación QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora