Capítulo 5 - La Sangre Perdida

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Aun estando dentro del estacionamiento Jonathan podía escuchar como esas espinas gigantes aun caían por toda la ciudad, su corazón aún estaba acelerado, no entendía que estaba ocurriendo, pero no podía tampoco arriesgarse a que una de esas cosas lo golpeara o seria su fin. Lentamente bajo del auto sintiéndose protegido por el edificio que recubría el estacionamiento, una vez afuera pudo coger algo de aire en sus pulmones para poder tranquilizarse, mientras lo hacía a lo lejos dentro del mismo lugar donde se encontraba escuchaba unos pequeños sollozos miro para todas direcciones preguntándose de donde venia ese ruido, hasta que a unos quince metros pudo estar por completo seguro que había alguien ahí, con cautela y siempre la guardia en alto se acercó poco a poco a donde se escuchaba ese ruido, entre más se acercaba más difícil era no escuchar a quien estuviera sollozando, cuando estuvo más cerca vio unas hebras de cabello de un color castaño, y cuando por fin estuvo a un par de metros vio un pequeño cuerpo de no más de un metro sesenta en cuclillas, como escondiéndose, no fue para nada fuera de lo normal, pues con esas cosas cayendo del cielo era normal que él no fuera la única persona que pensara en esconderse en ese lugar.

―Hola, ¿estas bien? ―dijo para que la persona supiera que él estaba ahí, cuando se volteó vio el rostro de una chica que tenía los ojos rojos de tanto llorar. ―¿Qué haces aquí pequeña? Y tu familia. ―lentamente la chica se volvió y se levantó para estar frente a frente al hombre que le estaba hablando, y Jonathan pudo detallarla mejor, el cabello castaño lo tenía amarrado en dos coletas, usaba un vestido floral, que le llegaba hasta por debajo de las rodillas, en sus manos tenía una especio de sombrero playero, y usaba un par de sandalias de tela, la chica miraba al suelo, algo asustada. ―Tranquila no te hare daño, corriste aquí para esconderte de esas cosas ¿verdad? ―ella solo asintió con la cabeza. ―Fue muy inteligente de tu parte, mi nombre es Jonathan ¿y el tuyo?

―Michelle. ―dijo con una voz muy pequeñita, aun se le notaba llorosa y rasposa la garganta.

―Bien Michelle, es un placer conocerte. Dime tu mami o tu papi viven cerca, si no para ayudarte a buscarlos.

Los ojos de la niña se volvieron a poner acuosos, y las lágrimas salieron a borbotones Jonathan no se explicaba porque reaccionaba así.

―Esas cosas atravesaron a mis padres, yo salí corriendo lo más rápido que pude y me oculte aquí, no tengo a donde ir, estoy sola. ―dijo he inmediatamente empezó a llorar a cantaron con sollozos esta vez más fuertes y desgarradores.

Jonathan solo la vio y sintió que su corazón se rompía, él estaba en una situación muy parecida, él no tenía a donde ir, estaba solo, quizá...

―¿No tienes abuelos, o tíos?―ella negó con la cabeza.

Era más complicado de lo que creía, si tuviera más parientes, podría ayudarla a llegar con ellos, pero ahora no sabía que hacer, como ayudar a alguien que no tenía a nadie en el mundo, en especial cuando ni el mismo sabía cómo ayudarse a sí mismo. Suspiro pesadamente sopesando lo siguiente que iba a decir.

―¿Quieres venir conmigo? ―ella lo miro sin entender. ―Yo tampoco tengo a donde ir, y tampoco tengo familia, así que, qué te parece si a partir de ahora somos una pequeña familia, digamos que sería tu hermano mayor. ¿Qué te parece?

Ella pareció pensarlo un momento, pues claramente no era la mejor idea del mundo irse con un desconocido, de quien podría esperarse cualquier cosa, pero también estaba el hecho de que no tenía a nadie a quien acudir, quizá no tenía la fuerza para enfrentarse a ese hombre en caso de que se quisiera sobrepasar, pero con bastante inteligencia podría sobrevivir, o eso esperaba ella de todo corazón, así que sin perder más tiempo, asintió con la cabeza, Jonathan con señas le indico que lo siguiera y ella aun dudosa, lo hizo pero a una distancia prudente. Cuando llegaron unos metros más allá de donde ella se encontraba estaban frente a un auto color rojo, cerca de la salida del estacionamiento subterráneo, no se veía caer esas cosas, pero ambos preferían prevenir que lamentar.

Operación QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora