Capítulo 11 La princesa que no vivió un cuento de hadas

3 3 0
                                    

(siete meses atrás)

Los dos guardas se vieron las caras sorprendidos, ellos sabían de la hija que había tenido la difunta reina de las hadas, que era humana, pero nunca la habían visto, pues los humanos no pueden vivir en el palacio de plata, ni tampoco mantener contacto con los seres mágicos, era la ley, pero estaban en la difícil encrucijada de saber que hacer, porque por un lado no podían anunciar a un humano ante el rey mago, y por otro lado sería una gigantesca falta de respeto a la memoria de la reina Lazamaris. Ambos guardas seguían viéndose las caras como en un debate mental, que se parecía más al juego de la papa caliente, hasta que una voz los salvo del bochorno de tener que ir hasta la oficina del rey mago.

―Yo me encargo, abran las puertas. ― dijo una mujer de piel oscura con el cabello trenzado, usaba una blusa de color azul con un pantalón de color amarillo mostaza, su maquillaje brillaba con la luz que irradiaba del palacio.

―Un placer volver a verla gran hechicera Yema. ― la gran hechicera africana Yema, una mujer de exuberante belleza y poderes temibles, se decía que gobernaba el poder de los mares y que conocía todos los secretos que este guardaba, era temida hasta por demonios cuyo poder rivalizaba con el de los príncipes del infierno.

―No seas tan formal conmigo por favor, tu madre y yo fuimos grandes amigas. Pero por favor ven y dale un abrazo a una vieja amiga. ― Sally no lo dudo ni un segundo, tenía muy bonitos recuerdos del corto tiempo que estuvo en la ciudad de las estrellas, y Yema era una de las personas que mejor la trato junto con la reina Eve, ambas le contaron tantas historias de su madre, historias que nunca había podido olvidar. ― Y dime bella, que te trae al palacio de plata, sabes muy bien que no puedes estar aquí.

Era cierto los humanos no debían estar en el palacio de plata, estaba prohibido, Sally podía ver la ciudad de las estrellas porque a pesar de ser humana aun poseía sangre mágica, pero ella no la poseía, eso era porque cuando un hada tenía hijos con un humano esta perdía sus poderes y se volvía mortal, cuando Sally nació su madre murió ella nunca la conoció, pero amor de familia nunca le falto, siempre fue una niña muy feliz he inteligente, lo que le procuro buenas escueles y una buena universidad para estudiar la carrera que ella quisiera, pero lo que había descubierto estaba más allá de toda razón, si de verdad los resultados de las pocas investigaciones que había realizado estaban en lo correcto, toda Agkdrez no todo el mundo estaba en peligro.

―Yema, debo hablar con el rey Balckdween, estamos al borde una enorme catástrofe, si no hacemos algo al respecto, incluso las razas mágicas podrían estar en peligro.

Los ojos de la mujer se entornaron ante aquellas palabras, la curiosidad y la preocupación bailaba en su mirada, y tenía una idea de lo que Sally venía a decirles, pero la verdad estaba muy alejada de toda las expectativas que Yema podría haber estado guardando.

Las puertas dobles de acero fueron abiertas, el sonido de las gigantescas puertas retumbo en los oídos de Sally causándole un molesto chirrido en el oído interno. La primera en entrar fue Yema, ella la siguió de cerca porque sabía que el hechizo de laberinto que se usaba para proteger al palacio haría que se perdiera de manera irremediable, cuando estuvo de niña en aquel lugar siempre tenía que llevar escolta. Como siempre los pasillos del lugar se movían a cada momento para evitar que cualquiera que los cruzara lograran llegar a donde sea que fuese su destino, el hechizo no discriminaba en amigos o enemigos, solo aquellos que tenían conexión con los cristales de cuarzo en las habitaciones sabían cómo moverse. Habían dado como veinte vueltas y subir tramos y tramos de escaleras, y Sally ya se estaba cansando de caminar tanto el lugar era inmenso y sumado al laberinto que constituía, podrías fácilmente perder hasta diez kilos en cuestión de minutos, pero como un canto de ángeles pudo divisar las puertas dobles de la oficina del rey mago, casi sintió el alivio de las cómodas sillas de aquella oficina.

Operación QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora