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-¿Nada de sexo? - Repitió Mace entre toses al otro lado de la línea.

Aidan, que había activado la opción "manos libres" en el celular porque iba conduciendo, apretó irritado el volante. No le había pasado desapercibido el tono divertido de su amigo, por mucho que hubiera intentado disimularlo. Al menos a alguien le parecía gracioso.

-Sí, yo tampoco puedo creerlo, pero _____. - Inspiró y miró un instante el acantilado que descendía hasta el océano a su derecha antes de volver a fijar la vista en la carretera. Había estado seguro de que conseguiría vencer su resistencia con aquello de la cuota diaria de besos porque, cuando se besaban, se besaban de verdad. De hecho, sólo de pensar en cómo subía la temperatura cuando se besaban le invadió una ráfaga de calor y tuvo que desabrocharse el primer botón de la camisa y aflojarse la corbata. Sin embargo, estaba manteniéndose firme. - En fin... - Continuó. - Dice que no quiere que nada le nuble el juicio mientras intenta decidir si lo nuestro puede funcionar. -

-Es comprensible. El sexo puede hacer que uno confunda las prioridades, darle sentido a lo que no lo tiene, hacer que algo parezca especial cuando en realidad no lo es. Chica lista. - Aidan apretó los dientes. No estaba seguro de qué respuesta había esperado de Mace, pero desde luego no era esa. - Bueno, y dejando a un lado que tu mujer te encuentra absolutamente «resistible», ¿Cómo te trata la vida de casado? -

-Bien, sin muchas sorpresas. _____ es más reservada de lo que me pareció la noche que nos conocimos, y la noto algo obsesionada con asegurarse de que sé en lo que me estoy metiendo. Me enumera los defectos que tiene porque dice que no quiere arriesgarse a que me tope de repente con algo que luego se convierta en causa de divorcio. - Mace se quedó callado unos segundos, y cuando volvió a hablar ya no tenía ese tono de burla.

-¿Causa de divorcio? -

-Son tonterías sin importancia. - Lo tranquilizó Aidan. - Pequeñas rarezas de esas que tenemos todos. - A él por lo menos le daba igual que no fuera la mejor de las cocineras o que tuviera una cierta tendencia a entusiasmarse demasiado cuando se aficionaba a algo. - Me hace reír, me siento a gusto cuando estamos juntos, y siento que puedo hablar con ella de cualquier cosa. - Le dijo a Mace.

Sin embargo, aunque había conseguido que le diera una oportunidad a su matrimonio, sabía que no era cosa hecha ni mucho menos que accediera a permanecer a su lado después de esos tres meses.

-Bueno, me alegra que hayas encontrado a una mujer con la que puedes hablar. Sé que siempre habías querido un matrimonio que se pareciese más a una fusión empresarial que a un matrimonio, y después de lo de Caro... -

-Oye, estoy a punto de entrar en casa. - Lo interrumpió Aidan, aminorando la velocidad al acercarse a la casa. - Hora de enfrentarme a un nuevo asalto con mi mujer. - Bromeó.

-Lo capto. - Contestó Mace riéndose. - Pues nada, buena suerte. Me parece que la vas a necesitar. -

Aidan cortó la llamada, y momentos después se bajaba del coche, ansioso por ver a _____. Ya no estaría en pijama como al despedirse de ella esa mañana. Medio dormida como estaba, había ronroneado como un gatito cuando la había besado.

Sin embargo, no pudo evitar fantasear con que apareciera con el cabello revuelto, ese pijama de seda, y que se lanzara a sus brazos y le diera uno de esos besos que decían: "Estaba deseando que llegaras." Sí, ya, ¡como que eso iba a pasar...!

Entró en la casa, cerró la puerta tras de sí y la llamó con un: "-¡Cariño, ya estoy en casa!-" Sólo le respondió el silencio.

Soltó las llaves en la mesita de cristal del salón y subió las escaleras. El segundo piso estaba a oscuras e igualmente en silencio. El tercer piso también. Frunció el ceño y miró en su celular por si tenía algún mensaje de ella. Nada.

𝐀 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐚 𝐒𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora