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A _____ la llamada de teléfono a Aidan dos noches atrás le había resultado terriblemente incómoda. Había sabido que tendrían que hablar en algún momento, decir las cosas que su ausencia ya había anunciado, resolver la cuestión del envío de las cajas que había dejado en su casa y tratar el asunto del divorcio. Y lo habían hecho, pero no se había esperado que la llamada fuera a ir como había ido: tan relajada, tan educada. También le había chocado el tono casual de Aidan.

"-¿Ya tienes abogado? Si aún no lo tienes, podría ayudarte a encontrar uno. -" "-He hablado con una compañía de mudanzas por lo de tus cajas. Me han dicho que lo más pronto que podrían llevártelas sería el viernes; ¿Te va bien?-"

El oírle decir esas cosas la había descolocado. Casi la había destrozado marcharse, pero el dolor de darse cuenta de lo poco que le había afectado su marcha era aún peor. Solamente había pasado un día...y era como si le diera exactamente igual que se hubiese ido.

La noche anterior a su marcha se había mostrado dispuesto a hablar, a intentar solucionar las cosas, pero de pronto parecía como si después de su marcha se hubiera encogido de hombros y hubiera decidido seguir con su vida. A pesar de lo espantoso que había sido para ella que volvieran a romperle el corazón, ese dolor había sido justo lo que necesitaba para disipar las dudas que tenía respecto a someterse a una inseminación artificial y su decisión de no volver a embarcarse en una relación de pareja. Ya no volvería a dudar nunca más.

Sólo por eso, aquella llamada, a pesar de haber sido muy incómoda, había merecido la pena, se había dicho, tratando de consolarse. O eso había pensado hasta hacía sesenta segundos, cuando bajó a la puerta a abrir, esperando encontrar a la gente de las mudanzas, y se había encontrado con Aidan, dirigiéndole esa sonrisa que era casi una mentira.

-Eh, preciosa, ¿Tienes algo, alguna cosa con la que los chicos de las mudanzas puedan sujetar esta puerta y no se les cierre? - Le preguntó señalando el camión de mudanzas aparcado junto a la acera, detrás de él. - Es bastante pesada, y como van a tener que entrar y salir varias veces... -

-¿Qué estás haciendo aquí? - Le espetó ella, demasiado aturdida como para suavizar su tono. Aidan se encogió de hombros.

-No sabía si tendrías a alguien que pudiera echarte una mano, y se me ocurrió venir a ofrecerme. -

_____ apretó la mandíbula. Una mezcla de emociones encontradas amenazó con hacer que se le saltaran las lágrimas.

-Aidan, no deberías haber venido. Me fui porque... -

-Todavía soy tu marido. - Dijo él sin perder la sonrisa. Giró la cabeza un momento para mirar a los tipos de las mudanzas, que ya estaban descargando las cajas del camión. - Cuando nos casamos prometí cuidarte, así que, si puedo ayudarte en algo mientras aún seamos marido y mujer, lo haré. - _____ quería replicar, decirle lo furiosa que estaba de que se hubiera presentado allí sin avisar, y más teniendo en cuenta que se había ido de madrugada para evitar tener que volver a verlo otra vez, pero Aidan no era tonto. Estaba segura de que sabía que iba a molestarla yendo allí, y aún así lo había hecho porque siempre tenía que hacer lo que le venía en gana.

-En fin, el caso es que aquí estoy. - Dijo Aidan entrando en el departamento. Se puso justo detrás de ella, y levantó un brazo por encima de su cabeza para sujetar con la mano la puerta que ella ya estaba sosteniendo. - Y ya que he venido, voy a ayudar. -

______ sabía que debería ignorar el olor de su perfume, pero no pudo resistirse a inspirar y llenarse los pulmones con ese aroma que tantos recuerdos le traía. Recuerdos de noches de pasión, sus cuerpos desnudos, el placer de sus besos y sus caricias...de pronto él le puso una mano en la cintura, y un cosquilleo le recorrió la espalda.

𝐀 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐚 𝐒𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora