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De acuerdo, sí, estaba buscando pelea, admitió Aidan para sus adentros.

Al subir con el coche hacia la casa sintió la misma tensión en la espalda y el cuello que cuando iba a comenzar una dura negociación en su trabajo. Estaba deseando ver a su esposa y que ocurriera algo, lo que fuera. No había vuelto a someterlo a más "pruebas", pero se había incrementado el distanciamiento emocional, las miradas de recelo y especulativas cuando pensaba que no la estaba mirando...y a veces hasta cuando sabía que la estaba mirando. Aquello iba a estallar de un momento a otro.

Lo que no se esperaba era encontrarse, al cruzar el porche de la casa y ver la puerta del garaje abierta, el coche de _____ aparcado allí con ella sentada dentro.

Alarmado, paró el coche, se bajó, y se dirigió hacia ella. Algo no iba bien. Al entrar en el garaje rodeó el coche para ir junto a su ventanilla, y se paró en seco al ver su expresión desolada y sus mejillas mojadas por regueros de lágrimas. Por primera vez desde el día en que se habían conocido, vio en _____ algo distinto: bajo su aparente fortaleza había fragilidad, algo que sin duda no dejaba entrever muy a menudo, pero que en ese momento no podía ocultar. ¿Era culpa suya que estuviera así? Se preguntó preocupado. ¿La habría presionado demasiado? ¿Le habría pedido demasiado?

Con el corazón latiéndole pesadamente se obligó a llamar con los nudillos en el cristal en vez de arrancar la puerta para averiguar qué había pasado y si era culpa de él, para asegurarse de que estaba bien.

_____ dio un respingo cuando él abrió la puerta, y se apresuró a secarse las mejillas con el dorso de la mano y balbucear una disculpa ininteligible. Aidan le puso una mano en el hombro para calmarla y se acomodó a su lado, escrutando su rostro en silencio antes de que ella pudiera ocultar sus sentimientos tras una máscara. Sin embargo, por más que se enjugaba las mejillas, nuevas lágrimas volvían a rodar por ellas.

-_____, cariño, ¿Qué ocurre? - Ella inspiró temblorosa por la boca, tragó saliva y agachó la cabeza.

-Es una estupidez. Perdóname, no debería estar así. Es que...he visto a alguien a quien conocía en el supermercado. - Aidan sintió un inmenso alivio al saber que no era él quien la había hecho llorar, pero no fue nada comparado con la ira que se apoderó de él de sólo pensar que alguien le había hecho daño a su esposa. Alguien a quien conocía...

-¿Barry? - Le preguntó.

¿El idiota que se había casado con otra estando prometido con ella? Aidan creía que lo había olvidado, que había pasado página. ¿Podría ser que estuviera equivocado y aún sintiera algo por él? _____ negó con la cabeza e hizo un valiente esfuerzo por sonreír a pesar de que le temblaban los labios.

-No. Se llama Pete, y durante un año, hace mucho tiempo, fue mi padrastro. -

¿Su padrastro? Aidan no entendía nada. _____ le había dicho que su madre se había casado varias veces y que ninguno de sus maridos le había durado mucho, por lo que había tenido la impresión de que no habían sido importantes en su vida. Quizá había sido una impresión errónea.

-¿Qué ha pasado? -

-No se acordaba de mí. - _____ contrajo el rostro y cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, parpadeó para intentar contener las lágrimas y apretó la mandíbula, como si quisiera mostrarse fuerte a toda costa, dominar sus emociones.

Aidan la admiraba por ello, pero las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas, y el dolor en sus ojos era inconfundible. Él conocía muy bien ese dolor, la clase de dolor que emanaba de una herida en lo más hondo del alma. Lo conocía y lo temía. Era la clase de dolor en el que la esperanza de algo que uno sabía que no podía tener le atenazaba el corazón. La clase de dolor que nadie podía mitigar, la clase de vacío que nadie podía llenar. Uno sólo podía rezar por que la persona fuese lo bastante fuerte como para sobrellevarlo.

𝐀 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐚 𝐒𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora