03| Lección

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Las calles del reino estaban llenas de hombres, mujeres, niños, niñas y ancianos, solo para verme a mí. Antes se había hecho una gran celebración donde se contó mi verdadera historia, sin contar la razón de mis alas, la gente no necesitaba saber que estuve muerto durante tres días.

Al final tuve otra discusión con mi madre y no quiso acompañarme, y no pensé que me afectaría tanto como lo hizo.

A pesar de lo que sentía, miraba a todos los balcerianos con una agradable sonrisa y no dije nada cuando algunos tocaron mis alas con admiración, pero literalmente podía sentir cuando las tocaba una pequeña hoja al caer y manos sobre ellas no me era muy agradable.

Algunos se asombraron y otros aseguraron que lo sabían desde antes, los niños pequeños eran los que tocaban mis alas y decían que era un ángel.

Al parecer el apodo se propagó porque cuando me veían susurraban que era el ángel plateado o el hijo de la luna.

Recorrí todo el centro del reino a pie, con Licomory y la guardia real cubriéndome la espalda, también estaban algunos de mis tíos y mis primos, pero faltaba mi madre. Ella, que se pasó noches enteras diciendo que me acompañaría ese día tan especial.

Aunque eso ya no importaba, la gente no me temía, al contrario, me amaba y muchos me dieron su bendición. No sé si tendría mucho peso ya que nadie podía bendecirme o maldecirme gracias a la protección de la diosa, pero al menos tenían una buena intención.

Sabía que ella me protegía, yo no la podía ver porque no había luna y aunque hubiera tampoco la vería, pero sabía que estaba allí.

Al menos la luna sí me acompañaba siempre.

●○●

La caminata por todo el reino terminó al anochecer y estaba muy, pero muy agotado. Normalmente las noches sin luna me sentía cansado y débil, pero recorrí kilómetros a pie así que el cansancio era el triple.

La vuelta al palacio fue a caballo y ya no había tanta gente, y los que se quedaron me ofrecieron regalos, al final fueron tantos que había un caballo cargado únicamente con mis obsequios.

—El príncipe Zahiredd y la general del ejército plateado han llegado— escuché que le informaban a mi madre, que estaba en el gran salón.

Se suponía que tenía que ir a presentarme, pero la verdad no quería y me dolían los pies. Solo quería descansar.

Al llegar a mis aposentos me arrojé en la cama de plumas y llevé mi cabeza hacia el balcón abierto. Las cortinas de ceda blanca bailaban al ritmo de la brisa fresca y las estrellas reemplazan la ausencia de la luna.

Me quedé dormido con ese paisaje llenando mi vista y esa noche soñe que volaba tan alto como para tocar una estrella.

●○●

Dormí durante tres días completos.

Mi madre estaba sentada a un lado de mi cama y cuando abrí los ojos lo primero que ví fue su rostro lleno de angustia.

Era normal que durmiera durante un día entero cuando no había luna, pero no tres días, así que entendía su preocupación.

Mandó a llamar a los maestres del palacio para que me examinaran, pero no encontraron nada fuera de lo común.

—Solo tiene fiebre— le dijeron para tranquilizarla, pero consiguieron todo lo contrario.

Fiebre.

Solo fiebre.

No les dijo nada, pero los echó y llamó a otros, pero le dijeron lo mismo, así que tuve que intervenir yo.

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora