14| Punto de luz

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El día al que tanto temía llegó. Lo recuerdo, era el dieciséis del cuarto mes y estábamos en una de tantas instrucciones de baile.

—Gingsred, el general te llama.

Miré hacia atrás como si alguien me pudiera salvar, pero caminé en dirección a las puertas. No quería hacerlo esperar y que se enojara.

Me aterraba que alguien con más poder se enojara conmigo.

Me cubrieron los ojos con una venda todo el camino y cuando unas manos ásperas me las quitaron descubrí que ese no era el general que me compró. Él estaba en la mesa viendo un montón de papeles.

Se veía enojado.

—No me hablaste de su belleza, amigo, parece un angel— dijo el hombre pelinegro recorriendo mi cuerpo sin vergüenza—. Tendrás que prestármelo una noche.

—Él no brinda los servicios que te interesan, él era de Pirro, así que puede darnos información. Acércate, Gingsred.

Lo hice, me acerqué rápidamente porque él no me miraba con los ojos lujuriosos de su amigo.

—¿Puedes decirme cuál es el mapa del palacio de tu reina?

—Ella no era mi reina, señor. Yo era un ladrón y entré al palacio únicamente para robar oro.

El general compartió una mirada rápida con su amigo, y este asintió al acercarse a la mesa y colocarse detrás de mí. Estaba muy cerca y me incomodaba, pero no podía alejarme sin la autorización del general.

—Entonces dinos cómo entraste— ordenó y después inhaló el olor de mi cabello—. Vamos, habla, no tengas miedo, pequeño.

—Fred, no te le acerques.

Su amigo protestó, pero se alejó y por fin hablé.

—Me colé disfrazado de un bailarín y burlé a los guardias avanzando por el techo, luego mi compañera abrió la puerta y se llevó todo el oro.

—¿Entonces no hiciste eso solo?

—No, yo era un aprendiz.

—Dime, pequeño angel, ¿crees que tu amiga aceptaría trabajar como nuestra espía?

—Solo si le ofrecen un trato que valga el riesgo y dinero.

—Tienes mi palabra- me dijo el general-. Ahora te puedes ir, pero voy a seguir llamándote.

El hombre llamado Fred le susurró algo al general y este habló antes de que me fuera.

—¿Cuál es su nombre? De tu amiga.

—Iris Starpo.

Me incliné ante él y salí. Apenas puse un pie afuera me vendaron los ojos y me llevaron a la habitación de las mascotas.

Cuando entré, Lino me quitó la venda, pero Daley habló primero.

—¿Qué pasó?

—Nada, quería información.

—¡Te dije que no tenía nada en especial!— le dijo a Lino.

—¿De qué hablan?

—El general no se acuesta con hombres jóvenes como nosotros, pero nos compra para aparentar. Todos los hombres como él tienen mascotas y si tienes más eres más poderoso o algo.

Eso era bueno porque no quería ser tocado por nadie más, no lo quería ni pensar porque cada vez que lo hacía me sentía asqueroso y sentía el maldito olor a lavanda.

●○●

Me llamó dos noches después, pero no me cubrieron los ojos esa vez y me llevaron a una sala grande.

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora