05| Solo verdades

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Empezamos un nuevo año y la reina estaba feliz por el nieto que tendría.

Yo estaba feliz porque tendríamos que viajar a Elfesta para firmar el tratado de paz.

Los seis reinos, en los bosques de Elfesta, era un sueño hecho realidad viajar a ese lugar tan mágico. Los rumores de su belleza hipnótica me ponían la piel de gallina, no podía esperar la noche para salir.

Yo saldría en la noche para alcanzar la caravana de la reina antes de que llegaran al puente mágico hecho de rocas flotantes sobre el brazo del mar de agua dulce, que rodeaba todo el reino de Elfesta y proveía a los demás si cumplías con la cuota, ese puente se levantaba solo con la orden de la reina Hania.

Bajo la luz de la luna llena salí desde la torre más alta de Balcé. El frío fue como un golpe, pero no había nada mejor que volar sobre mi reino en la noche.

Al cabo de pocas horas ya había alcanzado el campamento de mi madre, no estaban tan lejos de Elfesta, pero no querían interrumpir su noche y teniendo en cuenta que ellos viajaron todo el día yo tampoco los quería molestar. O solamente no quería encerrarme en una tienda.

Seguí volando en la misma dirección y noté que no habían casas en Elfesta, ni un palacio, ni siquiera habían puntos de luz. No había nada. Solo un oscuro bosque.

Decidí cambiar la dirección hacia el mar salado, bajé un par de veces para tocar el agua con la punta de mis dedos sin detenerme.

El tiempo era bueno, estaba lleno de paz y armonía entre los reinos.

Hubiera querido que durara más.

●○●

Durante el amanecer me presenté ante la reina y su comitiva. Se inclinaron ante mí y yo besé la mano de la mujer que me trajo al mundo.

Avanzamos en el carruaje hasta el puente, que todavía no se alzaba, así que nos detuvimos.

—¿Cómo se encuentra tu esposa?— me preguntó para llenar el silencio.

Odiaba esa palabra. Esposa.

—Como siempre, Lyria apenas lleva un mes de embarazo.

Más en realidad, pero nadie tenía que saberlo.

—Tendrás que apoyarla, Zahiredd, tendrás que...

—Con todo respeto, majestad, pero ya me dijo con quién casarme y cuándo debía tener hijos; es por eso que no quiero que me diga cómo tratar a Lyria, que como lo dijo, es mi esposa, no suya.

—También soy tu madre y quiero asegurarme de que no tengan problemas.

—Vamos a estar bien, gracias por su preocupación.

Me miró como si quisiera decir algo, pero no lo hizo.

Cuando el carruaje se puso en movimiento otra vez, decidió hablar.

—Nadie fuera de Balcé sabe que estás casado, me encargué de que solo los balcerianos lo supieran, es más, ni siquiera lo saben los de las fronteras.

—¿Por qué?

—Porque el consejo decidió que debía mantenerse en secreto hasta que pasara la cólera de la guerra.

Se habían reunido sin mí, no dije nada sobre eso porque iba a salir perdiendo.

—Pero ya se va a firmar la paz.

—Los papeles y palabras bonitas no calman la rabia de haber perdido a un hijo.

●○●

El palacio de Elfesta era más hermoso que Balcé, que me perdonaran los dioses, pero era cierto.

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora