24| Volver de la muerte

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El sexto día de octubre llegó y los preparativos para la guerra ya estaban listos. Salimos a medianoche en dirección a las montañas, y llegamos en tres días ya que no hubieron inconvenientes porque todos los quirros estaban acostumbrados y preparados para el frío.

Las cosas iban bien porque nos encontramos con los coratences, que antes estaban cerca de la ciudad principal, dirigiéndose a la playa.

Era miércoles cuando armamos las tiendas en los campos lejanos a la playa, lejos de las tiendas de Corac porque se suponía que éramos el elemento sorpresa.

Apenas bajé de mi caballo sentí todo muy diferente, más frío, y no tenía nada que ver con que vestía y me veía como un quirro. Era un tema de la tierra, podía sentirlo. Me incliné y enterré mis dedos en esta, los brazaletes aún adornaban mis muñecas, pero ya no los sentía tan pesados.

—El príncipe Lahel afirma que la diosa Maia está enferma, que alguien la enfermó— dijo un hombre a mi espalda.

Era Mountes Aristersa, líder de una casa de Quirrot, él no iba a pelear por su avanzada edad, pero fue el único que ofreció el apoyo de su ejército en esta parte de la batalla, ya que la casa Levirta envió parte de su ejército al pueblo para protegerlo de algún ataque. Herderis no se enfadó por eso ya que era entendible el miedo hacia la serpiente.

—Se dice que es el dios Solaris el que está capturando a los dioses— respondí.

Casi nadie sabía que yo era Zahiredd, todos pensaban que solo era una mascota con habilidades para la guerra o que estaba allí solo para que el rey liberara su estrés.

—Debe de ser cierto, porque las noches han cambiado. En Balcé la luna es siempre de sangre y ahora aquí la tierra se está pudriendo.

Eso solo podía ser obra de Solaris. Era el único dios con la fuerza para hacer eso.

●○●

Estaba en la tienda de Herderis, esperando a que regresara de la cena con el rey, el príncipe de Corac y su prometida. Llegó pasada la medianoche y se enojó cuando me vio despierto.

—Te dije que iba a volver tarde— habló mientras se sacaba algunas capas de ropa.

—Y yo te dije que te iba a esperar porque tenemos que hablar.

Soltó un gran suspiro y se dejó caer en una silla. Me acerqué lentamente y me senté en la silla de enfrente.

—Si la guerra llega en luna nueva no voy a poder salir y lo sabes, así que...

—No te preocupes por eso, el espía que infiltramos en las tropas de Pirro mandó una misiva, dice que ellos atacarán primero hasta debilitarlos y luego se sumarán las tropas de Balcé, al final, cuando Quirrot se una vendrán los lu'kanses.

Era un plan hecho con la idea de que iban a ganar, y como tenían todas las de ganar estaba bien pensado; pero era importante que yo recuperara al ejército plateado. Sin ellos teníamos menos oportunidad.

—Mañana saldrán los coratences y nosotros nos quedaremos aquí, vamos a dar médicos para ayudar en la tienda de los heridos, y ese será nuestro único trabajo por días.

—¿Y luego?

—¿Luego qué?

—¿Qué pasará cuando Balcé tenga que unirse a la guerra?

—Habrá una emboscada. Nosotros vamos a rodearlos en un valle rodeado por montes, que preparó la diosa Maia en Pirro, y tú tienes que hacer que cambien su voluntad porque sino...

Íbamos a morir, no lo dijo porque no era necesario. Lo vi a los ojos y supe que se aproximaba una pregunta muy importante que no quería responder.

—Si los balcerianos no se unen a nosotros, ¿de qué lado te vas a poner?

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora