07| Odiar por lo bueno

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Cuando entramos a la sala de juntas todos los reyes estaban sentados en la misma mesa redonda de roble con enredaderas en las patas; y habían tres sillas iguales a las de los demás para nosotros, las cuales eran de la misma belleza que la mesa.

La reina Hania se había esforzado para que todos se sintieran iguales.

Tomé mi lugar al lado de mi madre y sentí la mirada de la reina Sidrajes en cada uno de mis movimientos. Tenía entendido que no me apreciaba en lo más mínimo.

Cuando yo nací hubieron profecías en todos los reinos, pero solo conocía la de Lu'ka porque mamá destruyó la de Balcé y solo por eso ya podía imaginarla.

"El nacimiento del niño plateado significará la destrucción del trono de la serpiente"

No había que pensar mucho para saber que la serpiente era la reina Sidrajes. Su imagen lo decía puesto que tenía lengua de serpiente, ojos celestes y pupilas finas como de un reptil, su piel del mismo color y el cabello tan blanco como el mío. Ella daba miedo. No, ella me daba miedo porque sabía que me odiaba por esa profecía.

Traté de enfocarme en la reina que estaba enfrente, la reina Ziphoni de Pirro, que no tenía un aspecto menos intimidante que la anterior. Ella también había perdido a su única hija en la guerra y todos decían que sus lágrimas eran tan oscuras como sus ojos. No se veían emociones ni brillo en ellos. Un pozo sin fondo.

Al final me concentré en la mesa que estaba llena de frutas de todo tipo, incluso habían granadinas, también de postres que se veían muy apetecibles, pero también habían huevos y carne aunque no pude distinguir de qué animal, y teniendo en cuenta que la reina Sidrajes se alimentaba de carne humana consideré apropiado no tocar nada de eso. Solo por si acaso.

Todos los monarcas tuvieron su tiempo para hablar de sus hazañas y todos omitieron la guerra de los príncipes, se le nombró así por la muerte de sus hijos. El rey Eleniel no dio tantos detalles sobre cómo acabó con el clan Dreco por respeto.

—¿Entonces los Gingsred no llevan sangre real?

Clavé la mirada en la reina Sidrajes sin disimulo y mi madre dejó su copa a medio camino. Era una falta de respeto inmensa decir el apellido de cualquier familia real. Se suponía que nadie debía saberlo porque los apellidos te unían con tus raíces, las cuales no siempre eran "puras", pero la reina serpiente lo usó de todas maneras.

—Quiero decir, si no me equivoco la reina Yrinay se casó con una mujer, por lo tanto el linaje puro se acabó con ella.

—No, su hermano menor usurpó el trono y su hijo, Teo, lo borró de la historia para poner a Yrinay y a su reina consorte— expliqué sin una pisca de paciencia y mucho menos respeto.

Todo el respeto que pude mostrarle se acabó cuando dijo nuestro apellido y, de esa manera, nos rebajó al nivel de un esclavo ya que los Gingsred sí descienden de esclavos, la historia de cómo llegaron a la realeza es larga, pero se resume en una mascota del rey que estaba cansada de servirle, cuando quedó embarazada mató a la reina y al rey y así llegó al poder por medio de su hijo. Con muchos más obstáculos antes de todo eso, pero es la historia corta.

—Yrinay es mi bisabuela, la primer reina no reina.

—Pero si tu madre es la diosa Luna— contradijo la serpiente con una sonrisa más falsa que mis ganas de estar en esa mesa

La tención era casi palpable porque la reina Hania intervino y la paz volvió a la mesa.

Por supuesto, paz en la mesa y no en mi interior porque todavía tenía muchas cosas que decirle a la reina.

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora