26| Un cambio

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Nos despertamos temprano, pero Herderis no se quiso levantar, yo me cambié con las prendas que me había llevado Licomory, que eran de Balcé, pero obviamente no eran las mías, aunque se parecían mucho.

Me cambié con más facilidad, pero extrañaba mis alas. Era extraña la sensación de vacío que tenía en la espalda y no sabía si algún día me acostumbraría. Era como no tener los brazos y además de ser incómodo era doloroso. Me acomodé el cabello frente un pequeño espejo y el anillo que tenía en la mano izquierda llamó mi atención. Era plateado y el escorpión del centro negro, resaltaba en mi piel y me gustaba como se veía.

Me sentía diferente, y no tenía nada que ver con la unión. Era como si mi cuerpo estuviera lleno de la energía que no tuve en todos los meses anteriores.

Entonces empecé a escuchar una voz femenina, estaba tarareando una canción que solo escuché de Lyria, es voz cada vez tomaba más fuerza. Estaba en mi mente, lo sabía, pero de todos modos salí de la tienda y me encontré con un fuerte viento. Habían soldados llevándose a los caballos y otros estaban asegurando las tiendas, busqué las que tenían una letra B en la entrada y me metí a la que tenía alas pintadas.

—Está pasando algo raro— dije mirando a Laya, que estaba tomando el té con Licomory.

—Buenos días, príncipe... o rey— saludó la bruja.

Licomory blanqueó los ojos y luego de tomar un sorbo de su té, habló:

—Zahiredd, quizás quieras escuchar lo que pasó anoche.

Avancé hacia ella y me senté en un cojín.

—Verás— empezó la bruja—, mientras tú estabas ocupado con Herderis la diosa Maia se hizo presente y respondió a esta unión.

—¿Qué fue lo que pasó?— pregunté, temiendo lo peor.

—El reino Kerios se levantó de las aguas y todos los brujos que estaban cerca viajaron, eran diez y murieron cuatro.

—¿Los... atacaron?

—Nadie sabe. Lo único que sabemos es que eran brujos que le servían al sol... todos los que vivieron eran fieles a Lunaris.

La Luna.

Eso significaba que Kerios estaba bajo la protección de la diosa, por ende era parte de Balcé.

Laya escuchó mis pensamientos y negó con la cabeza.

—No solo de Balcé, hay entes demoníacas en las fronteras, solo dejan pasar a ciertos brujos pero ya nadie quiere acercarse.

Había visto esas entes de las que hablaba en libros. Eran criaturas de tres metros, sin rostro ni voz, estaban formados del carbón y cuando caminaban dejaban huellas de sangre. Si yo los viera en persona tampoco me atrevería a enfrentarlos.

—Kerios ahora le pertenece a Quirrot y Balcé. Por esta unión que terminó con la enemistad entre los reinos, los dioses los recompensaron— explicó Licomory—. Pronto todos lo sabrán y a muchos no les va a gustar.

—No me interesa si les gusta o no. Fue lo mejor que pudimos hacer.

Yo creía que era lo mejor y estaba dispuesto a defender esa idea.

●○●

Cuando volví a la tienda cerca del mediodía Herderis estaba caminando de un lado a otro en la tienda.

Ya le habían dicho lo que había pasado en Kerios y se lo veía angustiado, cuando me vio se acercó rápidamente y me preguntó si sabía algo más. Le conté lo mismo que él ya sabía, pero sí había algo más.

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora