04| Algo desesperado

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En todos los reinos sabían lo que pasó cuando caminé entre mi pueblo, bueno, conocían solo los rumores.

La gente decía que el hijo de la luna estaba maldito porque todos enfermaron luego de mi presentación. Pero cuando me recuperé, volé en mi pueblo por la mañana y a la tarde todos estaban sanos, pero en los otros reinos se apreciaba más la parte de que estaba maldito.

No me importó, tenía temas más importantes de los que ocuparme que unos insignificantes rumores.

Por ejemplo, mi matrimonio.

Si bien no era necesario estar casado para subir al trono, sí lo era para tener hijos y la reina no quería que me pasara lo mismo que a ella. Le dije muchas veces que yo no sería el que trajera al mundo a los herederos, pero siempre me decía que era mejor que las mujeres tuvieran hijos siendo jóvenes.

Yo no quería casarme solo para tener hijos, en realidad no me quería casar.

Aún así estaba sentado en la sala del consejo escuchando a los pretendientes que se presentaron. Los únicos que me interesaban eran los habitantes de Elfesta. Su belleza era impresionante, con sus orejas puntiagudas, extremidades largas, cabellos lacios y ojos con un brillo cautivador.

Si me casaba con uno de ellos tendríamos el apoyo de una casa mágica. El único problema era que todos eran hombres, pero no lo consideré un problema hasta que Licomory me susurró algo.

—Así no tendrá herederos, joven príncipe, piense en las jóvenes que tiene enfrente.

Levanté mi mano e hizo silencio. Toda la sala se sumió en el mismo silencio ya que se estaban gritando unos a otros.

—Gracias a todos por venir a ofrecer riquezas a cambio de mi mano, es muy... halagador— mi rostro decía lo contrario—. Pero quiero decirles que voy a considerar la propuesta de los habitantes de Elfesta. Nos vamos— le dije a Licomory y salí de la sala.

Mamá me regañó en los jardines del palacio por rechazar a todas las jóvenes de casas importantes y no se puso feliz cuando le dije que quería a Cordis de Elfesta.

—No— dijo.

—Pero dijiste que podía elegir a quién quisiera...

—Tienes que tener hijos, Zahiredd.

—No quiero.

—Soy tu madre, niño, así que te casarás con una mujer.

—No me gustan— al ver su expresión comencé a explicarme—. No me quiero casar con un útero, mamá, no sería justo.

—Escúchame, Zahiredd, yo soy la reina y ordeno que te cases con una mujer.

—No.

Sin quedarme a escuchar su regaño me alejé volando y no la volví a ver en todo el día.

●○●

Para el décimo mes habían rumores de guerra entre Pirro y Lu'ka otra vez. Se decía que la reina Sidrajes quería recuperar Lusteris, la provincia que perdió en su primer guerra.

Era un tema que daba mucho de qué hablar en le consejo de Balcé.

—Si nos uniéramos perderíamos más de lo que tenemos. ¡Las guerras son costosas!— decía el jefe de finanzas, o más conocido como El Mercader.

—Nuestras tropas son las más numerosas— aportó Licomory.

—No se trata de números, general— intervino Lord Satirco, jefe de la casa Luminosa—, la guerra trae más pérdidas que ganancias.

El Exilio del Príncipe [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora