Fue de mañana cuando nuestra guardia llegó a las puertas del palacio de Pirro. Estábamos en corceles, el rey Eleniel, Herderis y yo, éramos importantes y por eso la cantidad de caballeros que nos escoltaba.
La primera vez que me acerqué a las puertas del palacio me tiraron como si no valiera nada y la última vez entré disfrazado.
Ya no había necesidad de fingir.
Era Zahiredd Gingsred, hijo de la reina Abystrea, legítimo heredero al trono de Balcé, esposo del rey Herderis, rey de Quirrot, líder del ejército plateado y aliado de demonios.
Aún con todo el poder que mi nombre emanaba, tenía miedo.
Cuando entramos al palacio y avanzamos a pie hasta el salón del trono, tenía miedo. Cuando la reina Ziphoni nos invitó a sentar en una mesa redonda, tenía miedo. Cuando escuché el tintineo de unas cadenas a mi espalda, tenía miedo.
La reina Ziphoni se puso de pie para recibir a la última reina que faltaba. Yo estaba de espaldas a la puerta así que recién la vi cuando rodeó la mesa para sentarse en la silla que estaba en frente de mí.
Apreté los puños sobre mi falda, contuve el aire en mis pulmones y si hubiese sido posible, mi piel se habría puesto más fría y pálida.
La reina Sidrajes vestía de negro y su piel azul resaltaba, su corona de plumas de cuervo y piedras negras ocultaba su cabello blanco, pero llevaba las cadenas del sol en un hombro y se arrastraban en el suelo.
Presumía las cadenas con las que me torturó. Presumía mi libertad porque de alguna manera había encadenado mis alas a su espalda y parecía que eran suyas. Estaban limpias pero le faltaban plumas.
Mi odio a ella creció tanto como el miedo que me paralizó por unos minutos.
Con esas cadenas mató a mi madre y me cortó las alas. Con esas manos asesinó a Lyria. Con esa boca se comió a mi caballo y ordenó la ejecución de mi familia. Con esos ojos me miró mientras perdía la cordura.
La persona que me destruyó el alma estaba a unos metros de distancia y no podía hacer nada más que quedarme quieto.
Si ella quería podía matar a todos en un abrir y cerrar de ojos porque yo no reaccionaría.
Tenía miedo y la odiaba, pero me sentía solo y desprotegido.
Estaba solo otra vez.
Solo.
Entonces cuando la imagen de la serpiente comiendo las entrañas de mi caballo mientras estaba vivo llegó a mi mente, me dio un escalofrío y pestañeé rápidamente para expulsar esos recuerdos.
Tenía que mantener la mente fría como había dicho Herderis.
Herderis.
Llevé mi vista hacía la derecha y él me estaba viendo con su particular ceño fruncido. Pero mi atención se desvió a su oreja, que estaba adornada con el arete azul de Balcé. Toqué el anillo que me dio y subí las manos a la mesa, entrelacé los dedos y evité las ganas que tenía de girar el anillo en mi dedo para calmar un poco los nervios.
Clavé la mirada en Ziphoni un rato antes de llevar mis ojos a la reina que me quitó todo.
Estaba aterrado, tanto que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento, pero no dejaría que lo notara. Me erguí en la silla y subí la cabeza, como mi madre me enseñó. No apartaría los ojos de ella en ningún momento.
—No perderemos tiempo— empezó el rey Eleniel—. Tenemos una única propuesta para acabar con esta guerra entre mi reino y el suyo, Ziphoni.
—Al igual que yo, pero me gustaría escuchar la suya primero— respondió con un tono calmo.
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El Exilio del Príncipe [#1]
FantasyEl príncipe Zahiredd es el único hijo de la luna y heredero de Balcé, es un puente entre los dioses y su reino. Pero la Serpiente destruye ese puente, le corta las alas y le roba la corona, entonces él tendrá que dejar su reino en busca de ayuda. A...