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Cajas, cuanto las odiaba. Definitivamente esa era la parte negativa de mudarse, hace apenas un día que habíamos llegado a Storybrooke, es un hermoso lugar, pequeño, pero hermoso, éste pueblo emana misterio, casi llegando a las afueras hay un inmenso bosque que, según mi madre dijo, lo llaman El bosque encantado.
Bueno, como decía, apenas habíamos llegado y todavía no terminábamos de desempacar los montones de cajas que había, la casa era muy espaciosa y hogareña de dos pisos, contaba con cuatro cuartos, mi habitación, la de mi madre, el de lavado y el de huéspedes.
[...]
Había pasado una semana desde nuestra llegada a Storybrooke, ya no había cajas por desempacar y lo agradecía, que, si no, las terminaría quemando.
Toda la noche y buena parte de la mañana había estado lloviendo, así que hoy no había podido hacer mi caminata matutina, como acostumbraba allá en Boston, me levanté y fui directo al baño, después de haberme duchado tomé un cambio de mi armario. Bajé a la primera planta, justo al abrir la puerta de la cocina un olor a panqueques y a café inundó mis fosas nasales.
-Buenos días-saludé mientras me sentaba.
-Buenos días, cariño- mi madre colocó un plato de panqueques y una taza de café con leche frente a mí y me dio un beso en la mejilla -me iré a arreglar, provecho.
Después de haber terminado de desayunar, tomé el plato, la taza y los cubiertos y los coloqué en el fregadero para después lavarlos, en ese momento escuché un ruido proveniente del patio trasero, sequé mis manos y me dirigí al lugar del ruido, abrí la puerta y salí, al no notar nada extraño volví al interior de la casa. Entré, cerrando la puerta con seguro detrás de mí, fui al living, y tomé unos libros que había dejado ahí la noche anterior, iba subiendo las escaleras con la intención de ir a mi cuarto, cuando sentí una respiración en mi nuca, volteé rápidamente, pero ahí no se encontraba nadie, me encogí de hombros restándole importancia y seguí subiendo, cuando llegué al segundo piso sentí una enorme necesidad de mirar hacia atrás; lo hice. Mi piel se erizó y quedé estática, solté los libros del susto, estos cayeron ocasionando un ruido lo suficientemente fuerte como para despertarme del shock en el que estaba, frente a mí se encontraba una sombra, si, una sombra de ojos tan blancos que parecía que tenía dos linternas en lugar de ojos, hice lo primero que me vino a la cabeza; correr, justo cuando estaba por llegar a la habitación de mi madre, la sombra me tomó del tobillo haciéndome caer, ésta comenzó a arrastrarme por el pasillo, trataba de sujetarme de la alfombra, pero me era muy difícil, comencé a llamar a gritos a mi madre, ella salió de su habitación y cuando me vio corrió con desesperación hacía mí, de pronto la presión en mi tobillo desapareció, me incorporé y corrí a los brazos de mi madre refugiándome en ellos. Después de lo sucedido subimos al auto, mi madre lo encendió y partimos, no sé a dónde nos dirigíamos, pasados unos minutos el sueño comenzó a invadirme y caí en los brazos de Morfeo.
