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Enero 16, 2018.

Luke estaba acostado en su cama, la habitación permanecía casi en total oscuridad sino fuera por unos pocos rayos de luz entraban por una ventana. Había estado bebiendo toda la noche y ahora su resaca era intensa. A su par, había una joven rubia, cuyo cuerpo desnudo solo estaba cubierto por una fina sábana blanca.

Unos golpeteos en la puerta lograron despertarlo, pero aún no tenía fuerza para moverse. Los recuerdos invadieron su mente, pero todo era borroso. Recordaba haber llegado a la disquera pero al encontrar a un productor en el estacionamiento hizo que su camino cambiará.

Los pases, las bebidas y la fiesta era algo que por la noche lo atormentaba, escapa de cualquier manera, intoxicandose con cualquier cosa; le quemaba la garganta y poco a poco lo mataba. Como los masoquistas el dolor lo hacía sentir bien, no importaba cuantas noches se dijera que iba a cambiar, si veía una bebida y una chica linda se abalanzaba como tigre a su presa. Muy en el fondo odiaba su vida, con un vacío tan grande que en lugar de cerrarse se abría más. Sintiéndose infeliz por todo lo que había pasado, solo al pasar coca por su nariz lograba callar su moral.

Aún con los ojos cerrados, sintió cuando aquella chica se levantó, no paso mucho tiempo hasta que escucho pasos a su dirección, pero estaba tan agotado que no movió ni un dedo.

—Lucky —dijo aquella chica—. Alguien vino a buscarte.

—No estoy —respondió Luke aún con los ojos cerrados—. Además recuerda que no estás aquí, no puedes abrir la puerta. —Tenía un tono serio.

Sentir asco por su nulo autocontrol era algo de todos los días, la culpa ya no era nada más que una mala compañera. Amanecer cada día con alguien diferente solo inflaba su ego y la falsa imagen que tenía que construir.

Aquellos golpeteos volvieron a sonar, la chica tomó una camisa de Luke y se la puso, buscó entre la habitación su ropa, pero era inútil pues en esa habitación no había nada más, aún así la camisa de Luke era tan grande que podía pasar como un vestido. Él nunca volteó ni abrió los ojos, se mantenía en un estado de invernacion.

Todo era silencio hasta que se volvieron a escuchar los pasos hacia su dirección.

—Luke... —Dijo con voz tímida aquella chica.

Esta vez no hubo respuesta del ojiazul.

—¿Qué mierda haces aquí Luke? —preguntó otra voz femenina.

Luke conocía perfectamente ese tono de voz. Abrió los ojos lentamente y la vió parada al pie de su cama. 

Al mirar a la chica tallada por el sol, con su mirada llena de veneno verde, le dió la impresión de que pronto moriría. No necesitaba luz para saber que estaba enfadada, después de todo los años no habían sido en vano y verla llevar su bolso del lado izquierdo era una gran señal.

—¿Liz? —Preguntó confundido.

—¿Liz? —dijo con un tono sarcástico— Elizabeth para ti, ¿Qué mierda estás haciendo aquí y quién es está rubia?

—Me llamo... —La chica tímidamente intento presentarse.

—¿Qué te importa Liz? —Interrumpió Luke.

Luke se puso de pie torpemente, la poca luz en la habitación hacían que su resaca creciera más.

—¿Qué mierda te pasa Luke? —dijo Liz, aún sonaba molesta. Ella volteo a ver a la rubia— Vete de aquí por favor, toma —le dió unos billetes—, toma un taxi o algo.

—Pero... Mi ropa... —Protestó aquella chica.

—Solo lárgate —Agregó Luke quien tenía la cabeza entre sus manos, aquellos ruidos le provocaban dolor.

La Ley de Camila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora