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Abril 10, 2019.

—¡Muchas gracias, Chicago! —Gritó Luke a la multitud.

Su corazón latió al mil por hora, su mirada se perdió entre las personas que agradecían su presencia con carteles de amor y éxtasis en sus venas. El reflector cegaba su vista de a ratos al igual que su grande cansancio.

Sonrió una vez más a la multitud antes de esconderse tras bambalinas. Recordó la excitación del primer día, la primera vez que las personas lo miraban con admiración y no pudo evitar pensar en su abuelo y su pequeño concierto al que no pudo asistir. Sus manos aún temblaban como cuando tenía doce, con el mismo dolor en el pecho que ahora era internacional. De su piel escurrían gotitas de sudor que se limpió con su manga.

Ya escondido, retiró sus In-Ear y junto con el micrófono los intercambió con un asistente por una botella de agua.

—Lo hiciste muy bien, pero siempre puedes mejorar, cuando regresemos a Thalattina tendrás que tomar más clases de baile. —Dijo Liz, acercándose a él.

—¿Puedes dejarme un segundo en paz? Estoy cansado Elizabeth, solo quiero llegar a mi camerino y dormir.

—No lo creo, tienes visita.

—Es una puta broma ¿Verdad? Estoy cansado.

—¿Tomaste tus vitaminas?

—Quiero dejarlo, estoy limpio desde la mañana.

—Tonterías.

—Es verdad, no quiero depender de eso toda mi vida. Estoy en otro país, además, no me voy a meter en problemas para que estés feliz.

—¿Sabes cuánto me cuesta sacar a Román del país por tu puto capricho? —Detuvo sus pasos.

—Te lo pagaré.

—Haras lo que yo diga, me perteneces y si yo digo que pondrás la mejor sonrisa con esas chicas, eso harás.

—Jodete Elizabeth, quiero dormir.

—No te pongas en el fuego que te vas a quemar, hazlo.

—No me puedo quemar más si ya estoy en el infierno.

—Haz lo que te digo, Hanson.

Lo tomó del brazo sujetandolo con fuerza, dirigiendo sus pasos hacia la puerta con el nombre en su estrella. Sin querer caminar, Luke no pudo protestar, cerró los ojos antes de poner la sonrisa más grande que pudo fingir.

Sus manos temblaban con la ansiedad recorriendo todo su ser, la cabeza le daba mil vueltas, sus labios estaban resecos y el cansancio solo era el golpe final para acabar con él, aún así tenían que sonreír ante personas que por el momento no le importaban.

Cuatro jóvenes extasiadas se acercaron a él, con posters en las manos, carteles y remeras con su cara. Todas que apenas si rozaban la legalidad.

—¡Aaah! —Gritaron casi por instinto, se notaba que estaban entusiasmadas por conocer a Luke.

Se acercaron a él, Luke empezó a autografiar sus pertenencias, estaba acostumbrado a eso, pero odiaba fingir que eso le hacía feliz.
Algunas, con teléfono en mano intentaron tomarse fotos, siendo interrumpidas por Roberto.

—Gracias por venir, chicas, estoy aquí por ustedes y siempre estaré aquí para ustedes. —Dijo Luke manteniendo su sonrisa, amaba su trabajo pero detestaba estar con gente cuando estaba tan exhausto.

Una joven escotada se acercó a él, su cuerpo tintaba a madurez y su cara gritaba a cárcel por dos años. Estaba tan emocionada que su falsa seguridad se notaba a mil millas.

La Ley de Camila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora