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Febrero 22, 2019.

Había pasado casi una semana desde la última vez que Camila vió a Luke y los ojos del rubio aún no salían de su cabeza. Sentada en el pasto de la universidad, tratando de estudiar junto a sus amigos, solo veía una y otra vez la cara del rubio hasta en su libro.

—Camila...

La mano tibia de Leonor la trajo de regreso, de pronto todas las palabras que no distinguía formaron frases.

—¿Mande?

—Es tu turno.

—¿En donde estamos...?

—Hola hermosas. —Dijo Aide acercándose al grupo, interrumpiendo a Camila.

—¿Vienes a estudiar? —Preguntó Cristian con una sonrisa.

—Para nada preciosas, ¿Quieren irse de fiesta conmigo?

—No, gracias —dijo Camila con un tono serio—. La última vez fue un asco.

—Es verdad, solo nos pusimos hasta el culo y cada quien regreso a casa como pudo. —Dijo Maritza.

—Ni me recuerden la última vez, al final el papito con el que nos fuimos no tenía nada de especial ¿Verdad Leonor?  —Aide miró a Leonor. Leonor solo agachó la cabeza.

—Aunque tenemos que admitir que fue nuestra culpa, tomamos como unos adolescentes y perdimos la cabeza. Hasta me da vergüenza solo de recordarlo. —Dijo Cristian.

—Mamitas, no podemos dejar que una mala experiencia nos límite. Vamos a salir otra vez, pero que ahora sea algo más tranqui. ¿Quién está conmigo? —nadie respondió— ¡Vamos! Solo un poco de alcohol para relajarse y ya, no tiene porqué pasar nada malo.

—Tenemos exámen la siguiente semana. —Comentó Leonor.

—¡La siguiente semana! Además es Teoría general del proceso, cosa de nada. ¡Vamos! No me dejen morir sola.

—No lo sé...

—¿Qué es lo peor que puede pasar, Cami? Tal vez que te vomites en el taxi o que se te pierda un tacón. Por favor chicos, somos jóvenes y tenemos que divertirnos. La carrera se va a poner mucho peor y no tendremos ni tiempo de salir de nuestro dormitorio...

—Está bien, Aide —respondió Camila casi a regaña dientes—. Mientras no sea en el mismo lugar de antes.

[...]

Para sorpresa de nadie, el ambiente no era nada "tranqui". Les había costado más entrar, pues, a diferencia de la semana anterior, el lugar parecía uno solo para personas exclusivas y se notaba desde la larga fila en la entrada, hasta las ventanas largas que por fuera se veían como espejos. Por dentro el lugar era muy diferente a los pocos que Camila había visto, las paredes de mármol blanco y negro, el gran candelabro que colgaba en el centro, las lámparas que parecían talladas en oro, los sofás de cuero, la barra de mármol con botellas de vino y licores y un  piano en una esquina la hacían sentir que no merecía estar ahí. 

A sus amigos no les importaba en lo absoluto, solo tenían en mente embriagarse antes de regresar a la universidad y si daba tiempo visitar la casa de alguien nuevo.

Con los shots de vodka enfrente de ella, Camila no se pudo resistir. Uno tras otro se acumulaban ante su grupo, y pronto la música que antes le parecía genérica y sin sentido le empezaba a gustar. Estaba a punto de levantarse y bailar cuando vió los rulos negros de aquel chico, no necesitaba observarlo mucho pues sabía que se trataba de él.

Se apartó un momento del grupo, la música se apagó para ella y los recuerdos de aquella noche bombardearon su mente sin control.

—¿Estás bien? —Leonor había ido detrás de ella.

La Ley de Camila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora