La Ley de Camila

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Diciembre 17, 2019.

A los pies del roble maduro, Luke estaba sentado con tristeza. Pocos copos de nieve caían en esa época del año, unos cuantos cubrían la lápida de mármol a un lado del ojiazul, otros se quedaban atrapados en las ramas del gran árbol.

Thalattina se llenaba de luces en invierno, con las familias reuniéndose en esa época tan especial solo se respiraba alegría, aún con los fríos se podía sentir el calor de la cuidad. Lejos de él todo era alegría pero llegar a ese mes se sentía como una puñalada fría.

Siendo huérfano aún con padres, a lado de la única persona que lo pudo amar, lloró. Estaba vacío, con un nudo en la garganta que le impedía respirar; lloró al sentirse una escoria, al creer que nadie más lo podía amar. Queriendo estar él en aquella tumba, se consoló en el abrazo del roble, quería gritar de la pena y que las lágrimas no le ardieran; sabía que extrañarlo era su castigo, por un juicio mal recibido, tenerlo a un lado y no volverlo a tocar, sentir su presencia sin poderlo ver, conformarse con un recuerdo borroso y recuerdos en una caja de madera era parte de la sentencia.

—Perdóname si vuelvo con esto, de verdad espero que no puedas escucharme.

La lluvia era algo que odiaba, más cuando se apoderaba de él. Su corazón quiso callar sus labios, durante años lo intentó. Entendía bien porque Thalattina levantó sus muros y las guerras que se podían crear al no hablar. Su palabra valía mucho, siendo solo un mudo más.

—Quise visitarte antes... —dijo limpiando las lágrimas— quise, quise que alguien estuviera para ti. Con mamá las cosas siguen siendo igual, dejó la escuela y con ella todo lo que fue, finge que no recuerda nada, que siempre ha sido la mejor del mundo y si le reclamo algo es más fácil para ella creer que yo estoy mal. Papá aún trabaja, no creo que lo deje jamás... Es eso o morir en la casa. De Ben yo no sé, y Jack... Jack cobra sus cheques cada mes.

Se recostó en la tumba, sin importarle nada. Quería sentirse cerca de él, volver a vivir como alguna vez lo hizo.

—Es poco si te digo que te extraño, esperó que cada día me duela menos y créeme, no pasa. Entiendo si estás cansado, yo también, me siento muerto en vida desde que ya no estás aquí. No quiero quejarme, te lo juro Koli, pero no hay nadie con quien hablar; le conté a la luna lo que sentía, lo dije a cada rayo del sol, lo he dicho en tantas canciones y te sigo extrañando. Créeme abuelo, que si pudiera yo estaría ahí, porque se acabó mi vida cuando lo hizo la tuya, solo que estás a diez metros y yo sigo caminando —sus ojos se pusieron llorosos, quería ordenar las palabras, callar lo que sentía su corazón. No entendía si era por el frío o por todo el dolor que cargaba, su cuerpo empezó a temblar. Le desgarraba en lo profundo de su alma tener que hablar hacia la nada—. El no tenerte aquí es solo un recordatorio de que los dioses pueden ser malvados. Perdóname, perdoname por lo ser lo que siempre soñaste abuelo.

[...]

Luke entró al departamento con su abrigo en mano, traía el pelo humedo pues los copos se habían ido con él.

—¿Puedes decirme dónde estabas? —Dijo Liz llegando a paso apresurado. Traía una libreta vieja en mano.

—¿Qué? ¿Por qué estás aquí?

—Encontre tus secretos, Hanson, ¿Puedes explicarme que es esto?

—¿De que hablas? —Estaba cansado, solo deseaba dejar sus cosas y dormir.

—MCR, RHCP, FFAF, TDG, AFI—leyó—. ¿Que significa esto?

Luke se asombró al ver la lista que había creado sobre Camila, durante mucho tiempo se había fijado en el detalle más pequeño para conocer sus gustos, al fin de cuentas eso era lo que ella quería. Se sintió patético al ver el esfuerzo que hacía por alguien que pertenecía a otro y tan estúpido al no saber que lo llevaba a actuar así. Camila tenía un efecto raro en él, hacerlo bajar sus barreras, perderle el miedo al fuego, era algo que había aprendido a la mala que lo podía matar. Pero que importaba la muerte cuando podía morir en sus brazos, que importaba el fuego si se quemaba solo con un beso, que importaba romper sus barreras si entrar en su mundo era lo mejor.