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Diciembre 24, 2020.

La calidez de la ojinegra contagió el cuerpo desnudo de Luke, la nueva mañana le sonreía, su vida era bella. Vió a la chica que dormía aún, su cabello alborotado cada día era más largo, el caramelo en su piel jamás lo llegaba a empalagar, la quería o más bien la amaba, porque ya no se veía con nadie más. Sonrió al sentir el frío tacto de la chica, sintiendo que por primera vez su vida estaba completa, agradeciéndole a todos los dioses el dejarlo vivir.

Las pesadillas hace mucho se habían ido, ahora todo lo que reinaba en sus sueños era la paz, se sentía tan reconfortado al soñar con ella y verla al despertar. La pequeña de cuatro patas roncaba, sonrió al verla, nunca había tenido una familia y ahora sabía que sí. Por segunda vez en la vida se sentía tranquilo, tan tranquilo que le daba miedo, por un momento pensó en la forma que eso terminaría y todas las lágrimas que derramaría, al final, llorar sobre una tumba de mármol era algo que lo perseguía.

—Buenos días, bonita. —Dijo con una sonrisa, acariciando la piel dorada de Camila.

—¿Ya amaneció? —Respondió ella con una ligera sonrisa.

Los azules de Luke brillaron como gemas cuando Petunia se acercó para lamer el rostro de Camila, su sonrisa no podía crecer más y la alegría de su cuerpo se escapaba en cada exhalación. No sabía de que manera disimular su felicidad pues hasta Camila se contagio al verlo, esa extraña conexión que sentía con su mirada se intensificó.

—¿Por qué te me quedas viendo? —Abrazó a Petunia.

—Eres tan hermosa, no me creo que... estés aquí conmigo. Me siento afortunado de poder verte cada mañana, yo... —desvió la mirada— Agradezco que estés aquí...

—Deseo estar aquí, cada mañana y cada noche, sé que te puedes sentir muy solo, puedo verlo en tus ojos, pero quiero que sepas que siempre voy a estar aquí para ti, cada vez que salga Selene y todo el tiempo que se asome Helios —se acercó un poco más, tomó suavemente su barbilla con la mano para hacerlo mirarla—... Prometo estar contigo, Luke.

—No puedo evitar pensar que me estás mintiendo... ¿Y sabes qué? Te creeré... —bajó la mirada y después sonrió como si nada— Como sea, Petunia tiene hambre, es tarde, vamos a comer.

Sin decir nada más Luke se levantó de golpe y salió de la habitación, llevando a Petunia detrás de él. Al cerrar la puerta como si hubiera agitado una botella, explotó, su corazón estaba acelerado y sus manos temblaban, el sonrojo cubrió todo su rostro y las ganas de gritar las calló en su interior. Desplomado en el piso sintió tanta alegría que hasta quería vomitar, hace años que no se sentia extasiado por unas cuantas palabras y aunque pensó por un momento que todo era falso, estaba dispuesto a aceptar todo lo que viniera de ella. Como cayó también se levantó, de golpe. Quería mantener la guardia alta pero sabía que con todas sus barreras Camila había logrado entrar, la alegría se volvió tristeza de un momento a otro, perderla era algo que le aterraba más que la muerte.

Caminó hasta la cocina acompañado de Petunia, ignorando sus propios pensamientos que gritaban: "Todo esto es falso, pronto se acabará."
Escuchó la puerta de su habitación y mantuvo la calma, su careta siempre lo ayudaba a salir de esas situaciones. Jugó con el tazón de Petunia y sus croquetas, esperando que Camila llegara pero no lo hizo, a cambio, el silencio pronto se volvió agua corriendo, ella se estaba duchando.

Miró su refrigerador unos segundos, hace tiempo que a escondidas veía videos en Youtube para aprender a cocinar, quería hacerlo por las que ahora llamaba su familia. Juntó todos los ingredientes necesarios para preparar falafel y sin ignorar a su pequeña asistente, sirvió pronto unas croquetas para que ella también comiera.

La Ley de Camila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora