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Auradon, el lugar de las oportunidades. La Isla de los Perdidos, lugar donde habitan los desterrados debido a sus crueles acciones.
La heredera de Agrabah, comienza una historia de amor con quién debería ser su más grande enem...
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El día de la familia se aproximaba, Aisha tenía muchas cosas que arreglar, estaba en el comité de decoración de eventos realizados en la preparatoria. Era un poco perfeccionista, estaba pensando seriamente en retirarse, le estresaba un poco, pero valía la pena ver el resultado. Solo iban a ver tres presentaciones, la apertura al evento, donde varios alumnos participarían, incluyéndola. Melody cantaría una canción en honor a su madre al ser su cumpleaños y la otra presentación la realizaría ella y sus amigas.
En este momento se encontraba hablando con el hada madrina, pidiéndole permiso para utilizar magia.
—Querida, sabes que eso está prohibido— negaba la mayor.
—Lo sé pero solo será en ese acto— intentaba convencerla— pero solo quería hacer algo por mi tío, ya sabe, también es el día en el que conoció a mi papá y es un día memorable para ellos.
Eso estaba mal, sabía que estaba muy mal, le estaba mintiendo en la cara al Hada Madrina.
Está la miró detenidamente, observó el suelo y luego volvió hacia ella— De acuerdo, pero no pueden hechizar personas, crear fuego ni pirotecnia
La morena asintió feliz— Gracias, gracias, gracias— la abrazó cortamente.
—De nada querida— rió un poco el Hada.
—Nos vemos— se despidió Aisha.
Sus amigas y Zaid la esperaban afuera esperando las noticias.
—¿Qué te dijo?— cuestionó el de pelo rizado.
—Aceptó— respondió.
Las celebraciones no se disimularon.
—¿Cuándo empezaremos a ensayar?— preguntó Audrey.
—¿Qué tal esta noche? ¿Alguien está ocupado?— propuso Violet, a lo que todos aceptaron.
—De acuerdo, nos vemos en mi habitación.
—Si voy a trabajar con ustedes, llévenme bocadillos, no me torturen tanto— comentó sarcástico el mini genio.
—Oye, trabajar con nosotras es un privilegio, amigo mío. — se mofó Melody. El chico rodó los ojos con burla
—No te preocupes, llevaré bocadillos— aseguró la princesa de Agrabah.
—Si quieres te ayudo a hacerlos— se ofreció la rubia.
—Claro, gracias.
—Bueno chicos, nos vemos después— se despidió Audrey.
—Lo mismo digo— dijo la pelinegra, y al igual que ella, Zaid se retiró.
