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Auradon, el lugar de las oportunidades. La Isla de los Perdidos, lugar donde habitan los desterrados debido a sus crueles acciones.
La heredera de Agrabah, comienza una historia de amor con quién debería ser su más grande enem...
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Holden tenía la peor cara de odio que podía mostrar, Violette le prometió que le iba a compensar como él quisiera, pero se estaba arrepintiendo. Tenía la cara llena de aguacate, las uñas pintadas de negro y le estaban sacando las cejas. Le dolía horriblemente.
Pero Chad.. él no la estaba pasando tan mal, tenía rolos para rizos en el pelo, y Melody le estaba colocando unos pepinos en los ojos.
—Esto sí es vida— respiró feliz— las mujeres se lo pasan muy bien.
— Pero de qué estás hablando?— refunfuñó con pesar— esto es una tortura. ¡Auch!
—No seas llorón— se burló Aisha— esto es divertido.
—Para lucir hay que sufrir— rió un poco la rubia— tranquilo, ya se está acabando— dejó un casto beso en los labios de su novio.
—Oigan, váyanse a un cuarto, y no coman frente a los pobres— se quejó la princesa del mar.
—Sí, no le recuerden a Aisha su decepción amorosa, no quería decirte te lo dije, pero te lo dije— comentó el príncipe en modo vieja chismosa.
—¡Oye!, no es una decepción amorosa, seguimos y seguiremos juntos— se defendió la morena, haciendo que el rubio rodara los ojos— simplemente me debe una explicación.
—Muy bien, no les dejarás el camino libre a otras víboras— apoyó Holden.
—Exacto— pero la princesa pensó las anteriores palabras— oye, no.
—No te retractes— se cruzó de brazos Violette con una sonrisa.
—Has dejado ver tu lado tóxico, no me lo esperaba— se burló Melody y la princesa de Agrabah suspiró resignada.
—Yo no soy tóxica— susurró para sí misma.
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En la isla, los cinco adolescentes ya estaban bajo las antiguas habitaciones de los ex villanos.
Jay agarró una piedra y la lanzó a una señal que anunciaba peligro, está se movió hacia atrás, y como si fuera una palanca, una puerta de metal se levantó para dar la entrada a unas escaleras, arriba estaban los cuartos, el lugar donde Mal se encontraba.
—Deseenme suerte— dijo Ben al detenerse frente a las escaleras y voltearse para ver a sus amigos.
—Hasta la cima— hizo una seña el hijo de Jafar. Ben empezó a subir.
