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Auradon, el lugar de las oportunidades. La Isla de los Perdidos, lugar donde habitan los desterrados debido a sus crueles acciones.
La heredera de Agrabah, comienza una historia de amor con quién debería ser su más grande enem...
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Aishaestaba en su habitación, estaba arreglándose un poco para ver una película con su novio, cepillaba su cabello con una sonrisa.
—No sabía que te arreglas para dormir— dijo una voz a sus espaldas.
—Zaid— gruñó la morena— toca la puerta.
—No me digas que puedo encontrarme en un momento privado con Jay.
La chica enrojeció de vergüenza— No se que hablas, yo soy una señorita con modales.
—No te ofendas, es algo natural entre las parejas. Tienes que-
—No me vas a dar la charla, Zaid.
—Acaso te la dieron?— ella negó— entonces es mi deber.
—Ni se te ocurra, no quiero hablar de esas cosas contigo— se volteó frente al espejo para seguir arreglándose.
—¿A dónde vas?
—Tengo una noche de películas con Jay, lo estoy esperando, pero no me responde el celular.
El de rizos frunció el ceño, él recordaba haberlo visto salir— Sí es así como dices, mejor me iré. Pero creeme que te daré esa charla— la acusó con los ojos entrecerrados y desapareció.
—Qué vergüenza— murmuró con pesar la princesa. La chica decidió ir a la cocina, la noche no estaría completa sin palomitas.
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Zaid sabía que algo andaba mal, no era algo usual que Jay no le responiera las llamadas, siempre tenía su teléfono. Apareció en la habitación del ex villano, pero no había rastro de él ni de Carlos. Usó toda su concentración para rastrear a Jay, le sorprendió que estaba en una limusina, y que esta estaba cruzando la barrera. No dudó ni un segundo en aparecer junto a él.
Evie, al verlo, soltó un estruendoso chillido, consiguiendo que Jay por poco pierda el control del vehículo.
—Ahhhh— gritó Carlos.
—Pero qué les pasa?—reclamó Ben, quien también se había asustado por los gritos. —Zaid?
—Zaid?— ahora era el turno de Jay de alarmarse— ¿Qué haces aquí?
—Lo mismo quisiera saber yo, ¿qué hacen ustedes aquí? Ninguno respondió. Ben suspiró, esto era su culpa y debía dar la cara. —Mal se fue a la isla, debemos ir a buscarla.
—Pero si se fue por su voluntad..
—No la vamos a abandonar a su suerte— frunció el entrecejo la peli azul.
