OS Male! Reader / Pedidos

"Quorum Nomina Oblitus" / Gabriel Belmont / Castlevania Saga

Título

"Cuyos Nombres Olvidaron"

Pedido por: EloisaLadereche (CoffCoffAmoreMioCoffCoff)

P.D: No sabía nada de Castlevania (sigo sin saber demasiado) así que me mandé un mes de investigación para hacerlo aceptable.

P.D2: Por cada seis palabras escritas, borraba tres y me planteaba mis elecciones de vida.

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Hay quienes dicen que existen mil silencios diferentes: uno para cada sentir. Decían que debía haber uno para cuando se guarda silencio admirando, otro para cuando se odia y otro para cuando se lamenta.

El silencio que en aquella iglesia reinaba era complejo de definir; demasiado lúgubre, demasiado oscuro, demasiado frío. Era un silencio conformado por todo aquello que ya no estaba o que simplemente nunca estuvo. Era el silencio de la muerte, o el de aquel que la espera.

La inmortalidad nunca se había sentido tan solitaria como se sentía aquella noche, en aquella iglesia olvidada, para aquella lúgubre criatura que vivía sin alma y que anhelaba a pesar de no tener un corazón que se estrujase de deseo.

Algo faltaba; una ausencia demasiado notoria para sus sentidos. Su olfato no percibía su sutil y grácil aroma, sus oídos no lograban escuchar su voz, sus dedos no lo alcanzaban a pesar de extenderse hacia la nada con la esperanza de que su mano surgiera y los aprisionara con afecto... y sus ojos no podían deleitarse con su rostro, porque no estaba. Ya no.

De haber habido lágrimas, su gotear rompería aquel luto. Si hubiese habido vida... pero no la había, y por eso era posible que él estuviera allí. Anhelando.

(...)

Raphel tenía voz, pero no hablaba. Tenía pies que con ritmo marcaban el paso, sin embargo, no bailaba. Dos bellos ojos relucían en cuencas forradas en suave piel palida, dos ojos que no resplandecían por nadie y por nada. Y tenía sentimientos, pero no sentía.

Él era una coraza que nada ya protegía; un cascarón vacío que sólo sabía andar. Algo le hacía falta, algo que había perdido hacia tanto tiempo que ya no podía recordar, y eso lo hacía insignificante.

Alguien se había ido, y con él se había llevado su propósito y su vida entera y, sin embargo, se encontraba a si mismo incapaz de encarar al culpable y condenarlo por robarle todo. En cambio, en su pecho ardía, cada día con mayor ímpetu, la irremediable necesidad de encontrarlo para sentirse nuevamente completo sin enojo ni rencor.

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Avanzaba a pasos lentos, como queriendo atrasar lo que una parte de su existencia anhelaba. Le temblaban las manos de sólo pensar en lo que podía esperarle allí a donde se dirigía y su respiración se entrecortaba al ver frente a sus ojos aquel lugar que lucía desierto, pero que lo atraía.

La iglesia estaba destruida, con escombros de sus propias estructuras dificultando el paso, por lo que cuando logró ingresar (meramente buscando apaciguar la sensación de necesidad que surgía dentro de él al observar la infraestructura) era ya de noche, una carente de luna.

-Y en una noche sin luna, dos amantes, cuyos nombres olvidaron-...-Su propia voz se esfumó, incapaz de terminar aquella cita que no recordaba haber aprendido.

Un susurro. No, una respuesta surgió de entre la oscuridad, la casi inentendible continuación de aquello que había sido recitado. El sonido de una voz rasposa y cansina, desgastada por el desuso, le recorrió como una brisa mortal y acarició su columna, erizando sus vellos y acariciando su interior. Un sonido que aliviaba y complacía, satisfaciendo la necesidad de encontrar aquello que le hacía falta.