"Éxtasis" / Estarossa / Nanatsu No Taizai

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Perdón la inactividad, me robaron la computadora en temporada de parciales QuQ y tuve que buscarme un trabajo para poder financiarme una nueva.

MARATÓN 1/4

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Estarossa se había percatado, tiempo atrás ya, de esa mala tendencia de los humanos de olvidar la verdad. Cualquier suceso que dejara una huella en la mente de algún hombre, se transformaba prontamente en una delirante historia susurrada entre parientes, y tras aquello, en un cuento de taberna para entretener a los borrachos. Entonces llegaba un segundo sujeto contando una historia similar, fuera verdad o mentira, y el escepticismo se convertía en curiosidad. A ese lo seguían un tercero y un cuarto, contando la misma historia, pero con ligeros cambios fantasiosos lo suficientemente sutiles como para hacerse pasar por posibles. Y finalmente, la sugestión que causaban tanto el querer experimentar el suceso en carne propia como el de querer evitarlo, transformaban una mera experiencia poco común en algo más. En algo sobre lo que advertir. En una leyenda.

Hacia algunos días le habían encomendado una pequeña misión de exploración; un grupo de pueblos vecinos situados en un pequeño valle habían comenzado a comentar a los viajeros sobre las extrañas y, según su juicio, peligrosas apariciones de un grupo de criaturas al otro lado del río, a las entradas de un frondoso bosque. Prontamente, tanto los avisos como los rumores de lo que sucedía allí llegaron a las grandes ciudades y la población había comenzado a especular.

Y la mejor manera de acallar especulaciones era enviar a alguien para que fuera y desmintiera lo que sea que estuviese sucediendo en realidad. Ese alguien había sido, por desgracia, él.

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Los primeros pueblerinos que lo divisaron, cuando aún estaba a unos metros de las primeras casas, no tardaron en comenzar a murmurar entre ellos, enviando a los niños a anunciar el paso de un nuevo viajero y que así las posadas preparan la cerveza, las habitaciones y, por supuesto, las historias. El bullicio causado por las corridas y la creciente excitación no hizo más que acaparar la atención de los demás, y pronto Estarossa se encontró siendo estudiado por docenas de pares de ojos y rodeado por otros tantos.

No pudo evitar preguntarse cada cuánto recibirían a viajeros que no fueran ladrones, herejes o exconvictos, y se dejó abarrotar de preguntas que respondió lo más superficialmente posible.

Para cuando se hubo librado de los curiosos y chismosos, el sol se encontraba justo sobre la cúspide de la montaña más alta, a poco de desaparecer y comenzar a oscurecer el sector. Se apresuró a llegar a la única posada decente del lugar; una casa que en su tiempo pudo haber sido el hogar de algún adinerado y de la que colgaban dos carteles ya demasiado desgastados como para ser legibles.

Lo recibió un hombre dormido en una mesa, un viejo con más años que dientes limpiando la barra, y una mujer en sus cuarenta que cargaba leña para el horno. Pidió una habitación meramente para saciar la desesperada mirada que le brindaban los dueños y tomó asiento frente a la vitrina de licores, aguardando. No pasó mucho antes de que comenzara a llenarse de los mismos habitantes, que pretendían estar ahí en distintas cosas mientras daban miradas no disimuladas en su dirección.

El olor a alcohol comenzaba a notarse a la vez que las lámparas se encendían. Estarossa comenzaba a tentarse con la idea de ir a encerrarse en la habitación alquilada para escapar del aburrimiento cuando sucedió.

-¡Los he visto!-Chilló un joven mientras azotaba las puertas de entrada.

El silencio fue sepulcral hasta el instante en que un sujeto corrió una silla, afortunadamente cerca de él, e invitó al chiquillo a sentarse y hablar.

OS Male! Reader / PedidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora