Capítulo 5

7 1 0
                                    

Cierta parte de este día, Liam ha llevado a cabo todo tipo de sonido y golpe entre un lápiz y el borde de la mesa, de vez en cuando mordía, sin querer, la parte posterior de este, justo en el borrador. Es que, la idea de leer aquella carta que había encontrado más temprano y que aún guardaba en el bolsillo, le es tentadora. Sin embargo, no quiere y no puede afrontarse a la posible realidad que ese papel le entregará y no tiene porqué afrontarla tan pronto – piensa – toma la carta y va hasta el cesto de basura que se encuentra puesto en la cocina; ve el fondo vacío del cesto, no hay más que simples cosas asquerosas y desechables; solamente basura. Sin más ánimos, se detiene y sin decir más, vuelve a meter el papel en su bolsillo.

Liam regresa a sentarse en el mismo sofá, frente a la misma mesa y toma justo el mismo lápiz de borrador masticado para dar dos o tres golpes más en el borde. Pronto recuerda la primera y única palabra que pudo leer en esa carta: "perdóname..."

–¿A quién debo perdonar yo? – se pregunta – no lo entiendo, ¿Quién podría necesitar mi perdón?

Cobarde y frustrado por no poder sacar la carta que guarda en el pantalón y leerla de una buena vez; a Liam se le ocurre tomar un hoja del bloque de notas que tiene a un lado en esa misma mesa, de papel color turquesa y escribe, con letra muy pequeña y malograda: "¿Perdón por qué?" – de inmediato pone el papel ahí en la mesa y mira fijamente, como esperando una respuesta inmediata; aún conserva el lápiz en su mano y, ya convertidos en manía, los golpes (esta vez en la pierna). Tantos golpecitos que perdió la cuenta y la respuesta a la pregunta en el papel no llegó nunca.

–¿Fue, tal vez, que escribí la pregunta incorrecta?, ¿O es que ya no es necesario ningún perdón? – se pregunta tras un suspiro.

Parece darle mil vueltas a las suposiciones, a las ideas y entonces toma el lápiz una vez más y una nueva pequeña hoja color turquesa y escribe: «¿Quién eres?» esta vez no lo suelta de inmediato, no hay prisa. Lo sostiene y analiza la frase sin entenderla por completo «¿Quién eres?» - repite en voz baja.

-¡Papá! - exclama Paris acercándose - Liam, pretendiendo serenidad, sin alterarse, toma ambos papeles en los que escribió sus preguntas y los apretuja entre sus manos para que Paris no los vea.

-¿Qué pasa?

-Estaba allá ordenando algunas cosas, cosas tuyas del pasado y que quizás ya no quieras conservar y...

-¿Tú en qué momento saliste de tu habitación?, Pensé que te sentías mal.

- Pues sí - responde encogiéndose de hombros - pero no quiero estar en esa cama, siento que mi cuerpo se pudre estando allí acostada.

- Tú eres hermosa Paris, lo hermoso nunca se pudre y lo siento, pero si estás mal deberías estar en cama y no haciendo "quién sabe qué" por ahí.

- Pero, al menos dime quién es ella - le dice y le extiende una fotografía polaroid. Al verla, Liam cambia inmediatamente la expresión de su rostro que ahora denota cierta tensión, cierto nerviosismo.

-Déjame ver bien - le dice arrebatando la fotografía de sus manos y examinándola con milimétrico cuidado. Ese cierto nerviosismo que antes bañaba su rostro, se fue convirtiendo de manera casi inmediata en una sospechosa melancolía. Carraspea la garganta - no recuerdo quien fue, no sé de dónde salió esta fotografía - dijo cabizbajo, como si quisiese evitar la mirada - Pensé que ya la había perdido, es de hace mucho tiempo ya - tose, el nerviosismo gana nuevamente espacio en su cara - es un desperdicio hablar de ello, mejor ve a tu cama y descansa si estás enferma, no quiero que andes por ahí buscando entre mis cosas ¿Entendido?

Paris, sin más remedio que aceptar la reprensión y el hecho de que su padre haya intentado evitar una explicación a la fotografía; se acomoda el cabello detrás de la oreja, asiente con la cabeza y obedece a las órdenes.

-Me parece que ella era muy linda - agrega antes de irse.

-¡Paris, te he dicho que vayas a tu habitación y te quedes allí! - reclama exaltado - ¿Lo entiendes?

-¡Es que no quiero quedarme en la cama, papá! - le grita ella también.

-¡Sólo ve a tu habitación y quédate dentro!

Paris, que es tremendamente susceptible a los gritos, refunfuña y se va llorando a encerrarse en sus cuatro paredes, a tirarse de nuevo en aquella cama en la que siente que se pudre por dentro y también por fuera; tal vez hay gusanos comiendo lentamente su cerebro y por eso se está sintiendo tan enferma. Tal vez, esa cama es su tumba y todos los pensamientos que ahí se generan sean los gusanos que anidan en el cuerpo y en el cerebro y ahora, la peor parte, sin poder evitarlo los gusanos han llegado hasta su alma, que comienza a pudrirse y ¿Qué puede hacer un ser humano cuando siente que su alma se está comenzando a pudrir sino la manera tan natural en que confesamos el dolor en cada llaga? Paris no es la excepción, ella empapa su almohada de lágrimas, moco y saliva; convenciéndose a sí misma de que si ella siente estar putrefacta es por que a lo mejor si lo estaba y a lo mejor no era tan hermosa como su papá afirma, a lo mejor...

Mariposas En ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora