Después de abrirle la puerta al perro, Liam entra al auto, por la puerta del piloto, obviamente.
–¡Eso fue gracioso! – exclama, mientras se acomoda en el asiento. Intenta encender el auto – Rowdy estuvo fantástico, ¿No? – le pregunta a Paris, dirigiendo la mirada hacia ella. Sin embargo, la expresión en su cara demuestra que parece haber visto al mismo diablo sentado frente a él o sino, a alguien que se le parece.
Desde los ojos de Liam, lo que estaba frente a él quizás era mucho peor que ver al diablo en persona. Sí, estaba viendo a Paris y más abajo: sus muñecas abiertas, una herida que le abarcaba todo el antebrazo hasta rozar la sangradura. El hilo musgoso cruzando de extremo a extremo, sin cumplir ninguna función, sin cerrar ninguna herida. Y la a piel cada vez más pálida, más verde (o azul), no lo sabe, entre más miraba más oscuro se tornaba y más profunda se volvía.
–Papá, ¿Estás bien? –pregunta Paris, desconcertada ante la mirada pavorosa de su padre.
Liam, sin apaciguar la expresión de terror, levanta la mirada hacia la cara de su hija – ¿Qué tienes? – pregunta ella. La puede escuchar, la ve mover sus labios pero no puede distinguir sus ojos y le aterra pensar que se han marchado para dejar dos cuencas profundas y vacías, tan oscuras como las heridas en los antebrazos. Le aterra pensar en esos dos ojos que ya no verá más y que ya no más lo volverán a ver, le aterra pensar que desde ahora sólo tendrá el sonido de su voz hablándole y él le responderá con esa cara de angustia y terror.
Está aterrado. Cierra los ojos un momento, intenta no pensar demasiado, respira profundo, hasta perderse de esa imagen. Puede percibir el sonido de una sirena de policía que cada vez se va haciendo más presente y entonces abre los ojos.
–Tenemos que irnos – le dice.
–¿Te sientes mal? – pregunta Paris.
Liam le devuelve la mirada, sus ojos han vuelto y sus antebrazos están bien.
–No pasa nada – le sonríe y ella también le sonríe.
Habiendo avanzado ya algunos metros, desde el auto pudieron percatarse de la patrulla policial dirigiéndose en dirección contraria a ellos por el carril opuesto; posiblemente, rumbo al escenario anterior. Por suerte, ellos habían pasado desapercibidos.
–Creo que nos están buscando – indica Paris.
–Así es, somos prófugos de la justicia.
–¡Un sueño cumplido! – añade con mofa, seguido de una carcajada que contagia a Liam y se mantienen así por un rato, con los ladridos de Rowdy en sinfonía.
–Estuviste muy bien – le dice Liam, apagando un poco las risas previas.
–Bueno, es que lo aprendí de ti. Estuviste genial también, no esperaba que Flaubert fuera el héroe en esta historia. Creo que le dimos un buen final.
–Sí, yo también opino lo mismo. Aunque alguien aquí se lució mucho más, ¡Eh! – añade, con la mirada puesta en Rowdy.
Rowdy aceptando halagos comienza a mover la cola, Paris lo recompensa con caricias en la barriga y en la cabeza –¡Fuiste el mejor, pequeño dragoncito!
–Ahora es un Pegaso – informa Liam.
–¡Fuiste el mejor, pequeño Pegaso! – reafirma ella – por cierto, ¿Qué pasó con Zaky?
–Pues él, decidió retirarse de la magia, después de todas las calamidades que sus estudiantes le provocaron a madame Sandette.
Paris ríe – pobre madame Sandette – dijo.
Liam, haciendo el típico gesto de contestar un teléfono imaginario con las manos, mira a Paris y abre muy dramáticamente los ojos –“¿Policía?, Señor oficial ayúdeme por favor, hay un loco atacando mi negocio, vengan pronto…” – dijo con la distinguible voz de madame Sandette, parodiando a la señora de la tienda.
Las risas volvieron a formarse, mientras seguían avanzando con rumbo desconocido.
ESTÁS LEYENDO
Mariposas En Paris
Short StoryEn la mejor etapa de su carrera como dramaturgo, Liam Foster carea con el intento de suicidio de su hija. Así que, junto a ella y su perro, emprende un improvisado viaje con rumbo desconocido para tratar de hacerle frente a la tragedia. En el camino...