Capítulo 9

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La lluvia ha parado pero las calles y los árboles aún están húmedos, aún se percibe el distintivo olor de la frescura pluvial. En el cielo, abriendo el telón a un atardecer, se presenta un tenue arco iris monocromático de un rojo sombrío, un rojo hermoso; siempre es agradable alzar los ojos al cielo y presenciar un arcoíris, encontrarse con colores maravillosos. Hay cierta recompensa en ellos, y en todas las cosas increíbles que el cielo ofrece para desaparecer las penurias aquí abajo.

Liam, Paris y Rowdy llevan un tiempo estacionados en una acera con no muchas cosas dignas a la vista, o en palabras acertadas: nada que antes no se hubiese visto. Una casa bien construida puede mantener la atención de un curioso por algunos minutos y aún más si está pintada de algún peculiar color; mas aquí no habían casas vanguardistas de paredes color pastel, ni otros perros en la calle a los que Rowdy podría haber saludado (o amenazado) con ladridos, desde su lugar en el asiento trasero. Sólo había, de vez en cuando, otros carros avanzando en una calle salpicada de personas que visten las mismas prendas y dan pasos bajo un arcoíris rojo al que nadie parece prestar atención.
–¿Quisieras algo de comer aquí o para llevar en el camino?, Puede que más tarde siga lloviendo y se compliquen las cosas – concientiza Liam – no quiero mojar mis calcetines hoy, tal vez deberíamos…
–En realidad no tengo hambre, estoy bien.
–¿Estás segura?, Podríamos buscar un lugar aquí cerca que se vea ligero y agradable.
–Estoy segura papá, además no veo nada ligero o agradable por aquí. De hecho, no hay mucho que ver por aquí y la lluvia ya ha parado. Deberíamos seguir en el camino, quizás encontremos algo más adelante y te acepte un bocadillo.
–Si así lo deseas… – le dice Liam, encogiéndose de hombros y empezando a tomar camino.
–Bien. Más adelante quizá puedas comprarle algo a Rowdy, creo que él sí tiene mucha hambre – agudiza el timbre de su voz y ve con ternura al animal – ¿Cierto, guapo?, ¿Tienes mucha hambre?
Rowdy, un sabiondo de las mañas y virtudes de la zalamería; le devuelve el tono en aullidos y la ternura en su mirada, denotando el deseo de saciar su estómago.
–Yo sé que sí – le responde, como si le entendiera. Entonces le acaricia debajo del hocico y este sacude la cola con esfuerzo.

Mariposas En ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora