–¿Entonces…?
Avanzando por una curva, en su asiento, Paris le lanza una mirada esperando a que Liam termine la frase que ha comenzado, sin saber en realidad como continuarla. Algunas conversaciones son tan difíciles de iniciar.
–¿Entonces…? – repite ella.
–Ya sabes, no quiero – carraspea – no quiero ser tan directo. Esto que hiciste… ¿Tiene que ver con alguien? No sé, ¿Quizás es culpa mía? – le ofrece una sonrisa nerviosa – mírame, dije que no quería ser tan directo y me fui directo a eso. No tienes que contestar si no quieres, quizás debí preguntar si ya te has sentido mejor, ¿Todavía sientes dolor?
Ella se limita a sonreír y se pasa al asiento de atrás dónde está Rowdy acostado. Se acomoda al otro costado, de modo que la cabeza de Rowdy queda entre sus piernas y el respaldo del asiento.
–¿Alguna vez has amado tanto a alguien?
–¿A qué te refieres?, ¿Románticamente?
–Sí – responde ella – ¿Alguna vez has amado tanto a alguien, pero no sólo de que harías cualquier cosa por ver feliz a esa persona. Sino, de modo que darías tu vida a cambio de salvar la de ella? ¿Amarla tanto que sientes y sabes que jamás, jamás sentirás lo mismo por alguien más porque es como si hubieses nacido sólo para entregarte a esa persona?, amar de ese modo… ¿Alguna vez lo has hecho?
Liam la ve por el retrovisor interior, su cara parece tan perdida y pálida. Mantiene el silencio por unos segundos y ella parece no tener prisa en escuchar la respuesta.
–Yo, no sé – tose – hay cosas que, quizás en algún momento, todos hemos sentido…
–Pero tú – lo interrumpe – ¿Tú te has sentido así? Sabes a lo que me refiero papá, no tienes que fingir. Sabes lo que he hecho.
–¿Entonces lo has hecho por qué te sentías así?
Paris solamente suspira, mientras acaricia al viejo Rowdy que permanece en silencio, oyendo solamente.
–Amar es algo tan complejo, hija. No es fácil expresar de qué forma se ama y nunca sabes qué tanta suerte tendrás en ello. Hay personas que aman diferente de otras y es doloroso, sé de eso. Todos queremos recibir lo que entregamos, eso no es posible todo el tiempo y nos destruye. Destruye más de lo que puedas soportar…Una mueca de tristeza les invade el rostro a ambos y, entre el silencio en el interior y la lluvia golpeando el pavimento; se percibe, incómodamente, el sonido del parabrisas yendo de izquierda a derecha, una y otra vez, sin parar, eliminando de inmediato cada gota que va cayendo.
–Pero también hay amores que no se sienten así, ¿Sabes? – le comenta casi gritando – hay amores que no duelen.
–He escuchado eso en otro lado – responde ella – creo que la gente se empeña mucho en creer que así será. Que llegará un amor tan perfecto que no los hará sufrir. Yo también creía eso – solloza – pero siempre se puede encontrar un modo de sufrir y está bien, es parte de amar. Yo creo que el amor que te desangra es el más puro que tienes para demostrar y creo que si alguien no es capaz de eso entonces supongo que no es capaz de amar – suspira – yo tenía que hacerlo.
Liam detiene el coche un momento, sin intenciones de salir. Sólo se detiene y se voltea hacia Paris, apoyándose con su brazo en el respaldo del asiento.
–¿Lo amabas mucho, verdad?
Paris no sabe qué responder, sólo tiene fuerzas para asentir con la cabeza y algo de lágrimas.
–Lo entiendo. Ven aquí – le abre los brazos – ven, no digas nada, sólo ven.
Paris asiente de nuevo y se lanza a los brazos de quién fuese su padre (el mismo que aquella noche la encontró) y como si fuese aún aquella niña abandonada, indefensa y abandonada ante la brutalidad de la noche; se refugia ahí y comienza a llorar, de verdad, a llorar con fuerza. De modo que siente que los ojos le sangraran en algún momento o la barriga o el pecho. No sabe con exactitud qué parte sangrará, pero está segura de la sangre; hay llantos en los que duele cada parte del cuerpo y del alma. Este era uno de esos.
Liam se limitaba a pasar su mano con delicadeza por las ondas de su cabello y Rowdy, más comprensivo que ruidoso, se une al abrazo jadeando por el cansancio que le provoca moverse.
–Debiste habérmelo dicho cielo – le dice, aún acariciando su cabello – debiste hablar conmigo sobre estas cosas. No es bueno retenerlas.
Paris se despega del abrazo, ya un poco mejor que antes y se acomoda de nuevo en el asiento, en el de copiloto, mientras el viejo Rowdy se centra en el asiento trasero.
–Yo sólo creí que, durante toda mi vida te he visto y, yo creí que sería algo estúpido hablar de esto.
–¿Por qué creerías algo así?
–No me malinterpretes, nunca te he visto dando lo mejor de ti para alguien que no sea yo. ¿Entiendes?, Siempre pensé que el amor no era algo que te importara. Me refiero a que, te he visto ir y venir con diferentes mujeres cada que tienes una cita, jamás ha sido la misma y no sé, quizás a mí me gustaría conocerlas más. Alguna de ellas hubiese podido ser una buena madre, ¿No te parece?
Liam se echa para adelante, posa sus brazos y cabeza en el timón, cierra los ojos y suspira (en estos momentos ha estado aprendiendo a dominar la técnica de suspirar).
–Tal vez, es que yo ya di todo lo mejor de mí – contesta, susurrando.
–¿Cómo dices?
–Dije que: tal vez yo ya di todo lo mejor, ya di todo lo que tenía, ya entregué mi amor absoluto a una persona y no puedo amar a nadie más; nadie merece un corazón que habita en el pasado. Lo siento Paris – se endereza – siento que la frialdad en mi para con los demás haya afectado tu percepción de mi concepto de amor. He amado, lo he hecho durante todo este tiempo, pero hay cosas que no son para uno y sólo me queda buscarlo una y otra vez. Aunque sé que no tendrá sentido.
Paris, sorprendida por la respuesta, se reduce a estrujar con su mano, una de las manos de él, en señal de consuelo; este le devuelve el gesto – está bien – susurra – eres bueno – le dice mientras él vuelve a esconder su rostro entre los antebrazos.
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Mariposas En Paris
Short StoryEn la mejor etapa de su carrera como dramaturgo, Liam Foster carea con el intento de suicidio de su hija. Así que, junto a ella y su perro, emprende un improvisado viaje con rumbo desconocido para tratar de hacerle frente a la tragedia. En el camino...