Capítulo 11

5 1 0
                                    

A medida que avanza a través de la calle, se va volviendo cada vez más borrosa la imagen frente a los ojos de Liam. Tal vez es por la lluvia y las luces que interfieren provocando una desrealización casi surrealista. A veces parece querer escapar de sus ojos, se hace diminuta y se esconde en una gota extraviada en la vastedad de una galaxia de gotas. En otros momentos; la ve tan clara, tan brillante, como una pintura en un museo y ella sólo está cruzando la calle frente a él.

-¡Ya sé! - exclama - de repente una sonrisa se apodera del vago rostro de Liam, sonríe sin mostrar los dientes y se gira hacia el asiento trasero, donde se encuentra Rowdy. Lo ve a los ojos, está despierto, Liam arquea las cejas como una especie de señal que, supone, el animal debería entender. Rowdy gira levemente la cabeza hacia la derecha, presentando confusión.

-¿Te gustaría salir a escupir algo de fuego conmigo, gran Denserdüm? - le tienta con una sonrisa que se distribuye de oreja a oreja.

Rowdy, inundado por la emoción, mueve la cola con esmero y da dos ladridos en aprobación, está listo para despojarse de su aura canina. Está listo para que el dragón dormido habite su pelaje dorado.

-¡Lo sabía! - le dice - me pondré mi abrigo. Tengo un paraguas y un impermeable en el maletero para que no te mojes. Va a ser divertido.

Rowdy aúlla y trata de dar vueltas en el asiento. Aunque sus movimientos son lentos y hasta torpes, no quiere parecer ni viejo, ni torpe. Ha esperado este momento por más de ocho años y hoy ha llegado, está feliz.

Dentro de la tienda; Paris, perdida por uno de los pasillos (para precisión: en el último del lado izquierdo, cerca de las cámaras de refrigeración; donde estaban colocadas las galletas). Se encuentra analizando varios paquetes de ellas intentando decidirse por alguno; en el brazo carga un refresco, una botella de agua, una bolsa de frituras y un paquete de comida para perro.

Justo al lado derecho de la puerta de entrada (y salida) se encuentra desganada la pareja encargada del negocio: un hombre de poco más de cincuenta años, alto y escuálido junto a su mujer, minúscula y arrugada. De repente la puerta se abre con violencia haciendo sonar una pequeña campana que avisa nuevos clientes. Las oscuras siluetas de un tenebroso hombre y su flamante bestia se hacen presentes. Un milisegundo después, un relámpago se dibuja detrás de ellos iluminando las calles y parte de sus desquiciados rostros, justo los colmillos, seguido por un trueno que parece sacudir toda La Tierra. Entonces se escucha un grito muy agudo salir de la boca del hombre escuálido que, ante las miradas despectivas de su mujer, no le queda más que mantener la compostura.

Merzedi se introduce a la tienda con Denserdüm a su lado, mostrando los afiliados dientes.

-Buenas noches, nescientes pueblerinos - saluda, con su característica voz melodiosa y antipática - soy Merzedi, el encantador de dragones, se me ha informado sobre la presencia de la princesa Paris justo en este - ve con desprecio a sus costados - en este peculiar lugar. ¿Podrían hacerme el favor?

La pareja se queda confundida ante lo que el extraño hombre frente a ellos les está diciendo; de lo que entendieron menos que nada. Paris en cambio, reconoce al instante el timbre de esa voz y al personaje detrás de ella. Poco a poco se va asomando con precaución hasta el final del pasillo para poder verlo, pone las cosas en el suelo y se prepara para entrar en acción.

Merzedi, tratando de negociar, cruza los brazos y carraspea - me temo que si ella no asiste a la cita tendré que convertir a uno de ustedes dos, en algo no muy grato seguramente - se sonríe y les apunta amenazante con el paraguas - tal vez me decida por ambos.

-¿Está usted loco? - le responde la señora - salga de aquí, por...

-¡¿Dónde está la princesa?! - le interrumpe con un grito y con los ojos bien abiertos, mostrando su furia y la maldad a través de sus pupilas - ¿Dónde está la princesa? - pregunta una vez más, pero la señora ya no tiene ánimos de contestarle nada más.

Mariposas En ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora