Capítulo 16

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Por la carretera de regreso a casa; la luz crepuscular alumbra el camino. Los alumbra a ellos, a ella. Alumbra, de este lado del mundo: a una Paris dormida y triste en el asiento derecho de un auto que jamás había andado tanto. Lo alumbraba a él y a su rostro deshecho, a sus labios que levemente pronunciaban una canción de cuna (o algo parecido) y alumbra sus brazos temblorosos aferrándose al volante, aceptando los desvíos y los descansos cortos para alargar el camino a casa, para no llegar nunca. Ahí ya no es hogar, ya no lo es más.

El teléfono vuelve a sonar en el salpicadero, dónde ha permanecido provisto de aposta indiferencia desde que iniciaron el viaje. Liam detiene el auto y toma el teléfono asegurándose de que Paris no se haya despertado; reconoce el número, no contesta de inmediato. Ve la hora: cuatro y veintidós de la madrugada. Prefiere responder afuera, detrás del coche, en la carretera vacía y aún oscura.

–¡Ya sé lo que vas a decir, lo sé! – se apresura a responder.– ¡Sé que yo debería estar ahí! ¿Pero a quién le sirve?, mi presencia no cambiaría nada – dice ahogándose con su saliva – no va a cambiar nada.

–¿Dónde estabas?, Fui a tu casa, te he llamado. ¡Nos preocupamos por ti Liam. No seas egoísta, no eres el único que sufre!

–¡Pero soy el que sufre más! – responde – yo sólo, sólo estoy tratando de desaparecer, fuimos al lugar donde yo fui feliz y quise quedarme ahí, en verdad intenté quedarme ahí. Pero no pude, ¡No pude!, Yo sólo desearía que todo esto dejara de doler tanto.

–Liam no sé qué está pasando contigo. Quisiera comprender la forma en que estás procesando todo esto, pero ni siquiera sé dónde estás ahora, ni las palabras que debo decir; no soy bueno en eso. Así que, tienes hasta las tres de la tarde para venir. Es la última oportunidad que tienes, no la desperdicies. Trae flores, vístete bonito, toca una canción.

–No, por favor no… – se lamenta.

–Lo siento Liam. De verdad, lo siento.

Liam interrumpe de inmediato la llamada, lanzando el teléfono lo más largo posible. En ese momento suelta un grito cargado de dolor, un grito directo al olvido. Siente venir un segundo grito o algo más pero se apresura a cubrir su boca con el antebrazo. Se muerde la tela de la manga del antebrazo para contener los gritos, pero saca la furia por las separaciones dentales y la respiración.

Paris, habiéndose despertado en silencio, lo observa desde su asiento a través del espejo retrovisor. Lo lleva observando algunos minutos sin interrumpir, simplemente lo observa y quizás: afrontando un intenso sentimiento de culpa desde su interior. Pero, ¿Qué puede hacer ella ahora, sino guiarlo a casa? Ambos sabían que no había consuelo alguno ante las calamidades del alma. Ella baja el cristal, el sonido hace que Liam advierta en el rostro y atienda al minúsculo llamado de inmediato, con la voz entumecida en nervios. Como si no quisiese que Paris se diese cuenta del peso que carga, como si no hubiera sido evidente –Voy en un momento, ¿Sí? – se apresura a responder, sin antes esperar pregunta alguna.

–Sí, no hay problema es que, no te vi aquí cuando desperté y creo que me asusté un poco.

–Tranquila, no podría dejarte sola otra vez.

–Lo sé.

–¿Te sientes bien? – le pregunta.

–Ya que lo mencionas, últimamente, no sé, las últimas horas o días, no sé dónde me encuentro a veces. Creo que me estoy volviendo loca. ¿Tú qué dices?

–Sí, puede que un poco. Pero es normal – bromea.

–¿Y tú estás bien?

–Lo estoy.

Mariposas En ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora