El sol ya se ha puesto. En la noche se avista cierta brisa que logra empañar los vidrios y difuminar las luces de la ciudad, las luces de los demás autos que se encuentran yendo y viniendo, plagados de ruido, forzando a agilizar algunos sentidos. Así, sumergido en todas las diminutas gotas que humedecen el ambiente; el teléfono interrumpe la inmersividad del momento con un moderado sonido (típico de las llamadas telefónicas). Sin intención de contestar, deja que haga ruido por un tiempo, más del necesario y el teléfono incluso parece no querer detenerse, como si lo estuviese obligando a responder la llamada, pero Liam se niega.
Se mantiene, por al menos por unos segundos, distribuyendo miradas entre la carretera frente a él; indiferente al teléfono puesto en la guantera anunciando una llamada, haciendo ruido mientras Paris duerme en su asiento. Por el retrovisor, se percata de un Rowdy silencioso que se ha despertado y lo observa fijamente. No resiste el ataque del dichoso timbre telefónico a su ansiedad y contesta la llamada, orillándose en el borde de la carretera.
–¿Sí?
–¿Liam?, ¿Dónde estás? – pregunta Brian.
–Estoy bien.
–¿Por qué no has venido?, Te necesitamos aquí, ella te necesita aquí.
Liam se mantuvo en silencio.
–¿Aún estás ahí?
Liam asiente con la cabeza.
–Por favor, dime que me escuchas. Sé que me estás escuchando. Oye, hemos conseguido un lugar hermoso, ¿Sí? Amigo, deberías venir, deberías decidir sobre algo…
Liam no dice una palabra, ni siquiera cuelga la llamada, solo deja caer su teléfono y se cubre la cara con las palmas de sus manos y comienza a llorar, a sollozar; tratando de ser lo más silencioso posible, ahoga los gritos mordiéndose los nudillos.
–¿Liam? – aún se escuchaba a través del teléfono, la voz lejana – Liam, no fue tu culpa. ¿Dónde estás?, ¿Estás en tu casa?, ¿Amigo?
Todas las palabras se fueron camuflando en el escándalo externo y el mismo escándalo externo se enmudeció ante el desastre interno de querer ser silencioso cuando por dentro se es más ruidoso de lo que los disturbios afuera pueden ser. Por más que mordiese sus nudillos no podía silenciarse y poco a poco, fue adentrándose en un vacío oscuro, extremos negros en su totalidad; siendo él la única figura visible, sólo él y sus prendas y su piel cubiertas de sangre, él flotando o quizás cayendo. No puede sentirlo, sólo sabe que lo está haciendo en soledad, mientras su corazón pesa con cada latido que hace eco en el vacío.
Por más que Liam muerde sus nudillos y toda su mano, hasta rasgar su camisa. Por más que se traga, entre el llanto, algún lamento que pretende escaparse; e incluso, por más que Rowdy (está vez) no alimenta el, ya suficiente, ruido que sus espasmos hacen y se mantiene en silencio, y por más que la lluvia le arropa y el camino se dispone suave… Ella, aun cabizbaja, sin moverse, abre los ojos despacio; como si estuviese tratando de obtener algún pensamiento que recuerda haber perdido. Despacio, sin mover otro músculo más allá de sus párpados, Paris se enfoca en el llanto que pretende ser silencioso pero no lo es, ella lo percibe, lo ha estado percibiendo.
Liam, más tarde que pronto, nota que hace un largo rato que ella ha estado fingiendo estar dormida, así que cesa el llanto abruptamente. Más que sentir vergüenza por presentar su vulnerabilidad, es el deseo de no sembrar la culpa en el pensamiento de su niña, la instintiva obligación de protegerla.
–No tienes que seguir fingiendo, mala actriz – le reclama con tono cómico y le revuelve el cabello.
Ella levanta la mirada y bosteza, no dice una palabra.
–Así es, también lloro de vez en cuando. Más de lo que crees – enfatiza con un gesto de manos – Hoy he llorado. Supongo que no fui lo suficientemente silencioso como pretendía. No quería que me escucharás llorar, yo sólo…
Ella lo detiene acariciando su hombro – no tienes nada que explicar, puedes llorar cuando quieras papá, está bien – le consuela.
Él asiente.Paris vuelve a acomodarse en el asiento de modo que parece querer volver a dormir, pero no lo hace, permanece ahí en posición heterodoxa y con los ojos perdidos. Justo en la misma posición en la que antes había despertado. Su papá se mantiene en silencio, esta vez en completo silencio, apoyando la sien en el cristal de la ventana con los ojos desorbitados.
–¿Pasó algo? – pregunta ella al verlo de reojo, vuelve a bajar la mirada y empieza a jugar con sus dedos simulando ser piernas caminando sobre las calles hechas por su silueta.
Él sigue en silencio.
–¿Es mi culpa cierto? – intenta articular, con la voz algo quebrada. En cambio, se ve bruscamente interrumpida por la inesperada pregunta de Liam.
–¿Cuándo fue que empezaste a sentirte así?
–¿Qué?, ¿Así, cómo? – responde.
–Así, ya sabes. De éste modo.
–¿Quieres saber cuándo pensé en herirme? – pregunta, nerviosa.
Ante las palabras; Liam desvía el rostro tratando de contener una lágrima y asiente con la cabeza, evitando hacer contacto visual.
Ella se queda en silencio, sin saber qué responder.
–Él y yo solíamos estar juntos casi la mayor parte del tiempo – comienza la historia – él, bueno, él y yo siempre estábamos juntos y es tan insoportable sólo pensar en ello por que, de verdad, de verdad papá yo creí que nada podía salir mal – inhala – la forma en que lo amé, la forma en que yo fui amada por él. Digo, ¿Qué podría salir mal? – añade con una ligera palmada en sus muslos y un intento de sonrisa asomándose en el rostro, intentando ocultar sus ojos aguados – Ya nos habíamos dicho tantas cosas, ya era parte de mi, de lo que soy, eso no iba a cambiar, no iba a cambiar nunca. Estábamos hechos para unirnos en esta o en otra vida.
–Paris…
–Cuando empezó el cáncer pensamos en que lo superaría, que no sucedería nada malo. No fue así, él se fue y me dejó rota, trágica, me desarmó. Yo no quería que se fuera, yo quería que se quedara para siempre, aquí, conmigo.
–No estabas sola – le dice Liam negando con la cabeza.
–Diego no quería que lo viese de esa forma, ¿Sabes?, nunca me retuvo ahí por ello. Insistió en qué debía buscar algo más, alguien más con quién gastar el tiempo, pero yo no quise. Él se me fue – traga saliva – cuando yo más lo amaba. Ni siquiera esperó a que mi corazón asimilara el tormento de percibirse abandonado. Dolía, dolía mucho, dolía todo el tiempo y tenía miedo, ¿Alguna vez has sentido que te pesan los ojos?, A mí me pesaban, me pesaba todo el cuerpo y algo dentro de él que no sé qué era, pero quería que saliera. Después de todo, pensé en que quizás esté destinada a la tragedia; tenía ese pensamiento intrusivo de que mi vida entera y más seguro es que, yo completa, yo enteramente era un error. Así es cómo me sentía – se seca los ojos – estaba muy triste y no sé, pienso que a lo mejor tenía razón.
–No, no la tenías – sigue negando con la cabeza, la infelicidad se visualiza en el rostro.
Paris se encoge de hombros sin decir nada.
–No puedes resolver las cosas tratando de evitar el sufrimiento, no funciona así.
–¡No estaba tratando de resolver nada, papá!, Yo sólo, sólo quería abandonar todo. Sucede que lo veía en todas partes y no estaba ahí, no podía abrazarlo; sucede que me estaba volviendo loca de angustia; sucede que a veces la muerte se presenta con el rostro de la persona que uno ama y de pronto te quita la vida. No hay más…Liam, rendido ante la perspectiva, exhala, saca todo el aire, todo el peso y se limpia el rostro rojizo y aguado; los mocos, las lágrimas. La ve a los ojos y con una mueca asiente y ella lo abraza, lo abraza fuerte por varios minutos; no hay tiempo establecido para la duración de un abrazo. El tiempo en sí, es irrelevante. Incluso las palabras. No hay más que un abrazo eternizado, un abrazo que, aún después de soltarse, permanecerá elevándolos para siempre.
Ella abre los ojos, Liam aún no la suelta, no la quiere soltar. Ve a través de la ventana, entrecierra los ojos para ver mejor entre la leve oscuridad de afuera y el empañamiento en la ventana del auto por el frío y la lluvia, logra observar una pequeña tienda de comestibles.
–Iré allí – le dice.
–¿Eh? – Liam gira y ve la tienda – ¿No está lloviendo?
–Un poco, iré con mi abrigo. Puedes verme desde aquí si no quieres ir conmigo.
–Está bien, anda. ¿Quieres llevar a Rowdy?
–No, va a ser rápido, sólo buscaré algo de comer. ¿Quieres que te compre algo?
Liam piensa unos segundos – agua, trae agua – le encarga.
–Agua, lo tengo – le asegura.
–Bien. No tardes.
–No lo haré.
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Mariposas En Paris
Short StoryEn la mejor etapa de su carrera como dramaturgo, Liam Foster carea con el intento de suicidio de su hija. Así que, junto a ella y su perro, emprende un improvisado viaje con rumbo desconocido para tratar de hacerle frente a la tragedia. En el camino...