–Mi bella Paris. Han pasado ya siete años desde aquel día en el que nos despedimos por cuestiones de destino y la mortalidad. Siete largos y difíciles años en los que he tratado de andar por ahí, creyéndome satisfecho. Siete años en los que siento amarte cada vez más y recordarte por más tiempo, mucho más que antes. ¿Dónde juegas a esconderte ahora?, Dime, ¿Te está yendo bien por aquel lugar?, En verdad espero que sí. Aunque, para ser honestos, todo lugar es bueno si eres tú quien lo habita (soy testigo de ello).
Yo, por mi parte, no visité París en aquella ocasión. Me olvidé del teatro y me quedé encerrado mucho tiempo, cuidando los tulipanes, esperándote en la acera, viendo jadear al perro… hace cinco años sucedió que: lo noté abúlico y desganado; era ya un animal muy viejo. Un día lo llevé al veterinario y salí de ahí sin él. Hace mucha falta verlo tenderse a mis pies, hacerme absoluta compañía, mi gran amigo.
Después de eso, no deseé quedarme más por ese lado de la tierra; es por ello que decidí hace un tiempo visitar otros lugares de este mundo, incluyendo, por supuesto ¡París! Dónde me encuentro ahora y que, desde entonces la he hecho mi hogar. Tiene cierta magia que abraza mi espíritu artístico y a la vez, me consuela tu recuerdo en los momentos que te extraño y entonces pienso “no estoy en París, estoy con Paris”.
Luego de cuatro años aquí, he aprendido algo del idioma; ¡Sé cómo pedir café y cigarros sin gestos! (es la mejor parte). Sigo aprendiendo el idioma desde que decidí retomar mi carrera como dramaturgo, ya que me di cuenta que no tenía nada más que hacer, así que he estado en eso: visitando museos, conociendo personas talentosas; haciendo breves escenas de vez en cuando; desviviendome tras el telón.
No mentiré, hay muchos días en los que amanezco roto y ardiendo en tristeza; queriendo deshacerme desde dentro. Hoy fue uno de esos, hoy fue un día en el que me atropellaron ciertos recuerdos, cientos de penas quemándome por completo. Se supone que no debería estar así pues hoy será la primera presentación de mi nueva obra en uno de los teatros más visitados de la ciudad y todos me dicen que será una gran noche para mí. ¿Sabes?, La última vez que alguien me dijo algo parecido, fue la noche en que te quitaste la vida, la noche en que te perdí para siempre. Tratar de acabar con uno mismo es doloroso, pero ver a alguien que amas haciendo lo mismo; te juro que parte el alma.
Bueno, evitemos la tristeza. Hoy tuve una corazonada, así que, me escapé a la orilla del río Sena con un papel en mano y mi dolor adherido al lápiz para decirte que hoy será un gran día, que no te he olvidado y que te amo, hasta dónde te encuentres.
–Liam F.
Tras poner el punto final, Liam toma la carta y saca de sus bolsillos las cosas importantes que años atrás guardó en un cajón. Poco a poco se acerca a la orilla del río y estando ahí, con suma delicadeza, pone los objetos en el agua dejando que la corriente se los lleve. Él, no hace más que despedirse con una sonrisa y la mano alzada. De pronto, decide que es suficiente nostalgia, entonces se retira de la orilla; toma su teléfono y se coloca los auriculares que suele guardar en el bolsillo de su camisa. Cierra los ojos en sincronía con las primeras notas del piano que se escucha; seguido del sonido melódico del bajo eléctrico, mueve sus piernas y hombros de manera circular al ritmo de la música. Luego, adelante y hacia atrás con leves meneos de cabeza. Puede sentir que se eleva justo cuando la voz de la melodía hace presencia. «Cae la noche y amanece en París…» son las primeras líneas y desde ahí comienza la lírica inspirada en Boris Vian. Liam no deja de bailar ni un segundo. No se permite detenerse un segundo. Ningún humano es tan libre como cuando se da el gusto de bailar.
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Mariposas En Paris
Short StoryEn la mejor etapa de su carrera como dramaturgo, Liam Foster carea con el intento de suicidio de su hija. Así que, junto a ella y su perro, emprende un improvisado viaje con rumbo desconocido para tratar de hacerle frente a la tragedia. En el camino...