Capítulo 19. Soy tuya.

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Como el día de nuestra primera cita, mi pierna brincaba a toda velocidad mientras, sentada en el sofá junto a Day, esperando a Ella. Estaba nerviosa como si no hubiéramos pasado la tarde juntas.

Me levanté de golpe cuando escuché como tocaban a la puerta y le dije a la mujer que me acompañaba en mi espera—: Ya me voy.

Day se puso de pie para abrazarme en modo de despedida.

—Diviértete —me dijo en medio del abrazo—, no hagas nada que yo no haría.

Pues muchos límites no me puso.

Abrí la puerta de la casa y Ella no tardó en saludarme con un cálido beso. Ni siquiera alcancé a decir “hola”.

—Te ves preciosa —dijo cuándo nos separamos, aun con nuestros rostros a centímetros de distancia.

—Ni siquiera me has visto bien.

—No necesito verte para saberlo —murmuró contra mis labios antes de darme otro beso, esta vez más corto, pero igual de amoroso que el anterior y bajó la mirada un momento para ver el vestido que de alguna manera me convenció de ponerme—. ¿Nos vamos? —asentí.

Ella entrelazó nuestras manos, guiándome hasta su camioneta, me abrió la puerta para dejarme subir y después subió ella.

A mitad de camino, sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, empezando por el dorso de mi mano, en el que Ella trazaba círculos con sus dedos. Bajé mi mirada para ver cada una de sus acciones.

Seguí el recorrido de sus dedos, que empezó a moverse con lentitud por mi índice hasta llegar a la punta, en donde estaban las uñas. Se detuvo ahí, mirándolas por un momento y finalmente entrelazó nuestras manos y recostó su cabeza en mi hombro.

Minutos después la camioneta se detuvo y Josh habló—: Señorita, sé que mi turno ya casi termina, pero si necesita que la recoja más tarde sabe que puede llamarme.

Ella agradeció al hombre mayor y salió de la camioneta, dejando la puerta abierta para que yo saliera.

Me tomé el tiempo de ver la casa por fuera. Corrección, la mansión. Era moderna, hermosa y simple, pero grande, totalmente diferente a donde imaginaría que vive nuestro amigo.

—Pareces sorprendida —dijo mi novia, uniendo nuestras manos para caminar juntas hasta la entrada.

—No pensé que Fer viviría en un lugar así.

—¿En dónde pensaste que vivía?

—No sé, en un gimnasio.

Rio—. Pues casi, aquí solo viene a dormir. Imagina esto como su hotel personal.

—Pues vaya hotel, es enorme —nos detuvimos frente a la puerta de la mansión.

—¿Ah sí? —sentí sus brazos rodear mi cintura, jalándome hacia ella mientras me miraba a los ojos—. ¿Es más grande que la mía?

Casi podía jurar que lo dijo en doble sentido.

—No, no es más grande que la tuya —sonrió satisfecha y acercó más su rostro al mío—, ¿qué haces?

—No podré besarte ahí adentro, están los chismosos y varios amigos de mis padres.

—¿Y te parece mejor idea besarme aquí?

—Nadie está mirando.

Ella inclinó su cabeza ligeramente hacia un lado, permitiéndome sentir el suave roce de sus labios y no pude evitar suspirar sobre los de ella, haciéndola sonreír. Le gustaba el poder que tenía sobre mí, estaba segura de eso.

Ella: Amar y ProtegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora