Capítulo 26. Hija de un divorcio.

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El día había llegado. Después de casi una semana en el hospital, finalmente iba a ser dada de alta y por eso tenía a una enfermera dándome indicaciones sobre como tendría que cuidar mi herida cuando esté en casa, pero no la estaba escuchando, la conversación que mamá y Day estaban teniendo afuera era más interesante.

—¿Y si no lo pago yo quién lo hará? — le dijo Dayana a mamá, con un tono molesto.

Un momento… ¿Están peleando?

—Pues no lo sé, de alguna manera voy a conseguir el dinero, no quiero deberte nada.

—No te estoy pidiendo que me lo pagues, Gabriela.

—No quiero que hagas nada por mí.

Volteé a ver a mi novia buscando una explicación, quien se había mantenido a mi lado todo este tiempo, escuchando atentamente a la enfermera. Ella solo me miró, encogió los hombros y volvió su atención a la otra mujer.

—No estoy haciendo nada por ti, lo estoy haciendo por Tara, ¿y sabes qué? Ni siquiera sé por qué te pedí permiso, yo puedo hacer con mi dinero lo que quiera.

—No vas a pagar la cuenta, Daya… ¡Dayana! ¡Ven acá!

—Muy bien, ¿entendió lo que tiene que hacer? —la enfermera se dirigió a mí y no me quedó más que mirar a mi novia, quien rio y asintió para la enfermera.

—Una pregunta —ambas me miraron apenas hablé—. ¿Tengo que usar la silla de ruedas? Me dispararon en el hombro, no en…

—Sí —las dos me contestaron con firmeza, sin siquiera dejarme terminar.

Apreté la boca y no dije nada más, mientras mi novia empujaba la silla de ruedas fuera de la habitación. Nos encontramos con mamá y Dayana en la entrada del hospital, y caminamos en silencio hasta el estacionamiento. La tensión entre las mayores se podía sentir, lo que me puso a analizar la situación.

Desde que desperté en el hospital hubo algo raro cuando la amiga de mi madre le arrojó el sándwich, pero en el momento creí que era solo Day siendo Day, pero desde entonces apenas habían cruzado miradas y convenientemente, nunca estuvieron conmigo al mismo tiempo.

—No, Tara se irá a casa conmigo —mamá me sacó de mis pensamientos cuando vio que mi novia me estaba llevando al auto de Day.

—¿Mhm? —Ella se detuvo de golpe y, al mismo tiempo, volteamos a ver a mi madre, tratando de confirmar lo que acabábamos de escuchar—.  Mañana tengo que ir a la universidad, tengo que hablar con los profesores sobre las cosas atrasadas y justificar mis faltas.

—No dije que no irías a clases, dije que vendrías a casa conmigo. Ya no te quedaras con Dayana.

—Pero, mamá...

—Lo mejor para Tara es quedarse conmigo, así puede descansar mejor —Dayana intervino con el tono más sereno que pudo lograr, aunque en sus ojos podía ver el coraje.

Mamá por otro lado, no disimulaba ni un poco sus sentimientos negativos hacia Day.

—Puede vivir sin una hora de sueño, no exageres.

—Una bala le atravesó el hombro, Gabriela, necesita descanso y cuidados, y ambas sabemos que tú no tendrás tiempo para eso —el tono de la rubia se volvió un poco más fuerte.

Ella: Amar y ProtegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora