Capítulo 24. Típica escena de acción.

3.7K 372 99
                                    

Alejandro me tomó con fuerza del brazo y me obligó caminar a la puerta de salida, no me quejé para que él no necesitara levantar la voz y no despertara a Ella.

—Me alegra que por fin hayas entendido tu lugar, Tara. Vamos a estar juntos de nuevo, donde perteneces —dijo con un tono siniestro, manteniendo la pistola en mi espalda para asegurarse de que no intentara escapar.

Miré alrededor en busca de alguien que pudiera ayudarme, pero la calle estaba vacía y la casa más cercana no alcanzaba a verse desde mi lugar. La impotencia me invadió mientras Alejandro me llevaba hasta su coche.

Parece que vivir lejos de la civilización no es tan buena idea despues de todo.

Alejandro me quitó mi celular y me ató de manos y pies y cubrió mis ojos con una camiseta que encontró en su auto, me subió a la parte de atrás, obligándome a mantenerme acostada para que nadie en el camino notara mi presencia.

A medida que avanzábamos podía reconocer el ruido de la ciudad. Alejandro una vez me contó que sus padres tenían una casa en la ciudad que no usaban e incluso teníamos planes de mudarnos juntos a ella antes que él se volviera lo que es ahora, así que supuse que me llevaría ahí.

Finalmente llegamos, confirmando mis sospechas cuando me di cuenta que había metido el coche al garaje de una casa. Salió del auto y despues de quitarme la camiseta de los ojos, me cargó como si fuera un saco de papas, llevándome a una habitación que apenas tenía una cama, una cortina que la separaba de otro cuarto, y cuyas ventanas estaban cubiertas con periódico, también noté que el seguro de la puerta de entrada estaba por fuera. Había preparado todo para este momento.

Me arrojó a la cama y se sentó a mi lado, ofreciéndome mi celular.

—Quiero que le mandes un mensaje a tu noviecita —alcé la mirada, confundida—. Termínala, dile que ahora vas a estar conmigo.

Lo obedecí, al menos eso le daría una pista de donde estoy para cuando despierte. Aun con las manos atadas hice mi mayor esfuerzo para escribir el mensaje, pero no tuve la oportunidad de alertar a nadie más ya que Alejandro mantenía su mirada en mí y el arma en mi espalda. Cuando envié el mensaje sonrió y me arrebató el celular.

Intenté mantenerme tranquila y pensar en un plan para escapar, pero entre la diferencia de tamaños entre nosotros y el hecho de que él tenía un arma, lo más inteligente sería esperar a que alguien notara que había desaparecido y empezaran a buscarme. Busqué distraer a Alejandro para ganar tiempo, antes de que él quisiera hacer algo peor que apuntarme con un arma y mirarme como un loco.

—Alejandro, por favor, aun puedes arrepentirte de esto. No va a funcionar entre nosotros, lo sabes —dije, tratando de apelar a su lado más razonable.

Él rio con amargura y se acercó a mí, mirándome fijamente.

—Te equivocas, Tara. Tú y yo estamos destinados a estar juntos, y no descansaré hasta que te des cuenta de eso, como yo me di cuenta esa vez que… —acarició mi mejilla, mirando mis labios.

Me llené de terror al escuchar aquello, era como si me estuviera diciendo que me iba a hacer repetir esa noche hasta que lo amara como el me “amaba” a mí, pero al mismo tiempo me dieron una idea. Decidí tratar de usar los sentimientos que decía tener por mí, y si eran al menos un poco reales, al menos podría ganar tiempo.

—Ale, ¿no entiendes que me asustas? Nunca podré amar a alguien que me trata así, que me hace su prisionera —dije tratando de parecer vulnerable y desesperada, aunque bueno, no era muy difícil considerando que sí me sentía así. Él pareció dudar por un momento.

—Yo solo quiero que me ames. Si me das una oportunidad, verás que puedo ser el hombre que necesitas —dijo, mirándome a los ojos.

Continué mostrando mi lado más vulnerable y acerqué mi rostro al suyo—. Si realmente me amas, déjame ir. Déjame ser feliz, aunque no sea contigo —susurré.

Ella: Amar y ProtegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora