I. Ella.

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Miré a la hermosa chica dormida a mi lado, su expresión relajada, su respiración tranquila, sus dulces labios entreabiertos. Era perfecta.

¿Cómo alguien podía verse tan perfecto durmiendo?

Suspiré al mismo tiempo que sentí mi corazón latir con suavidad. Verla me hacía sentir una calidez familiar. Una sensación de amor y pertenencia que no sentía hace tiempo y que había estado buscando desesperadamente desde que la perdí.

Había salido con cuanto chico me invitaba a salir, todos ricos y guapos porque eran los únicos que se atrevían a hablarme, pero ni el dinero ni su atractivo los hacía interesantes porque después de todo solo eso. Un lindo cascaron lleno de dinero, pero sin ninguna pasión, sin historia, sin sueños propios.

──────⊹⊱ flashback⊰⊹──────

—Y cuando me gradue voy a trabajar en la empresa de mi padre, después de todo soy el mayor, seré quien se haga cargo —dijo el chico cuyo nombre no recordaba.

—Que bien.

—¿Verdad? ¿Tú que planes tienes para tu futuro?

Ni siquiera me veía en un futuro.

—Lo mismo que tú —sonreí falsamente y miré la comida en mi plato. Su conversación tan aburrida me había quitado el apetito.

¿A mi que me interesaba lo que iba a hacer en tres años? Era la primera cita, no tenía planeado casarme con él ni nada por el estilo. De hecho ya ni siquiera me interesaba tener una segunda cita, y por eso aproveché la primera oportunidad que tuve para huir del elegante restaurante al que me había invitado.

No podía culparlo de ser aburrido, yo también lo era. Éramos solo adolescentes ricos con un futuro escrito, con todas las herramientas para cumplir nuestros sueños, pero sin la libertad de hacerlo. Solos, en busca de algún sentimiento más agradable que la simple comodidad.

Claro, habían quienes usaban sus herramientas para ser felices, que no tenían miedo de cometer un error y ser menos amados de lo que ya eran, que seguían sus sueños, incluso estando obligados a cumplir con ciertas responsabilidades. Mis amigos eran esa clase de personas, por eso me sentía bien estando con ellos.

—¿Y cómo te fue en tu cita? —Daniela, mi única amiga cercana, me preguntó emocionada. Ella siempre estaba pendiente de cómo salían mis citas, parecía más emocionada por mi horrible vida amorosa que por la suya, que era igual de mala, aunque ella se jactaba de que al menos tenía sexo.

Yo no encuentro lo interesante en el sexo. Quiero decir, sí, las sensaciones son buenas, pero estoy segura de que puede llegar a lo mismo o incluso a algo mejor con solo masturbarse.

—Lo de siempre —respondí sin ganas, desilusionandola al instante. No tardo mucho en sacar un nuevo tema de conversación, pero algo llamó más mi atención que sus palabras.

Tara. Siempre que ella estaba en mi campo de visión me era inevitable no mirarla, algo simplemente me llamaba la atención y no entendía qué era.

Habíamos hablado un par de veces, trataba de saludarla siempre que estábamos cerca, algunas veces halagaba su ropa, pero conversaciones reales solo habíamos tenido dos; una el primer día de cursos en la universidad y otra el lunes de esta semana, pero a pesar de mis intentos, acercarme parecía imposible. Ella tenía una especie de barrera antihumanos a su alrededor que varios de la carrera habíamos intentado romper, pero solo uno lo había logrado. Uriel.

Uriel era su único amigo en la carrera, en realidad él era amigo de todos, y a cada persona que conocía le presumía a Tara. No se cansaba de decir lo inteligente que era, como incluso en el exámen que todos reprobamos, ella sacó noventa y siete puntos. Se creía tanto por haber logrado formar una amistad con la más inteligente y solitaria del grupo, y lo envidiaba por eso.

Ella: Amar y ProtegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora