Cuando las clases terminaron Ella y yo nos despedimos de nuestros amigos para irnos juntas en el autobús de la universidad.
—Nunca he ido en camión.
Reí por la emoción en su voz—. Al menos tu primera experiencia será en uno privado.
—¿Hay alguna diferencia con los públicos? —asentí, tomando su mano para subir al autobús, cuidando que no se fuera a tropezar en las escaleras.
No iba a decirle cuáles eran las diferencias o seguramente se asustaría.
Dentro del transporte había un par de personas de pie y el único asiento vacío que quedaba era el que estaba al lado de la chica del baño, ella agitó su mano con una sonrisa para indicarme que aquel era mi lugar.
—Siéntate —le dije a Ella, recibiendo una mirada confusa de parte de ambas chicas, que antes estaban mirándose fijamente.
—¿Y tú?
—No importa, no voy a sentarme si tú te tienes que quedar parada.
—Entonces yo tampoco lo haré —se tambaleó un poco cuando el camión arrancó.
Bufé, sabiendo que no había manera de que la convenciera de sentarse y me hice a un lado para dejar que alguien más tomara el lugar, disculpándome con la chica por haberla hecho apartar un lugar en vano. Ella también le agradeció con una media sonrisa.
—Al menos agárrate o vas a caerte —levanté mi brazo para sostenerme del tubo en el techo, ella trató de hacer lo mismo, pero no lo alcanzó y yo traté de no reír al darme cuenta de nuestra diferencia de altura y es que, si yo ya era bajita, ella lo era más.
—No alcanzo —murmuró avergonzada, arruinando mi intento de no reír.
Ella frunció el ceño y miró alrededor, buscando un lugar para agarrarse, decidiéndose por mi brazo libre.
—Agárrate fuerte que no quiero caerme —dijo abrazando mi extremidad y pegándose más a mi cuerpo.
Mantuve mi vista al frente, tratando de no prestarle mucha atención a la chica que se agarró de mi brazo cual koala a un árbol durante todo el camino y cuando el autobús se detuvo frente a mi casa, bajé casi corriendo, dándole la mano a Ella para que bajara del autobús con cuidado.
—¡Day, ya llegué! —avisé apenas cruzamos la puerta.
—Uy, ¿cómo te fue con… —dejó de cocinar para voltear a verme, pero guardó silencio apenas miró a la castaña a mi lado —… la escuela?
Ella ocultó su sonrisa bajando la cabeza. Había sido obvio que Day quería preguntar por ella.
—Bien.
—¿Y eso que vienes aquí? ¿Estamos celebrando algo? —le preguntó a Ella con una sonrisa cómplice.
—Siempre hago que se quede en mi casa, creí que sería justo venir a la suya —contestó mirándome y Day solo sonrió con ternura.
—Vayan a descansar mientras termino la comida —las dos asentimos y seguimos las indicaciones de la amiga de mamá.
Pasamos un rato en mi habitación, acostadas en mi cama y mirando nuestros celulares, hasta que Roberto cacareó.
—¿Tienen un gallo? —asentí.
—Day tiene algunos animales atrás —contesté sin darle mucha importancia hasta que recordé cuál era su animal favorito—, de hecho, tiene unas vacas, ¿quieres verlas?
—¡Sí! —sus ojitos se llenaron de ilusión.
Me levanté de la cama para llevarla al patio trasero en donde Day tenía a sus animales en un establo al aire libre, tenía yeguas, vacas, cerdos y ovejas, pero eran solo dos hembras por especie. Era como una versión lésbica del arca de Noé.
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Ella: Amar y Proteger
RomanceTara había estado pasando inadvertida en la universidad durante casi un año, hasta que la repentina atención de su compañera de clases, Ella, la tomó completamente por sorpresa. En medio de una complicada ruptura con su mejor amigo, Tara encontró en...